El mercado de Belén en Iquitos

El mercado de Belén es un mercado donde pueden comprarse alimentos típicos de la Amazonía. En este mercado callejero los turistas pueden encontrarse con una sorpresa a cada paso y por seguro que su visita no dejará a nadie indiferente. Es uno de los atractivos de Iquitos y merece la pena acercarse a conocerlo y perderse entre sus animados puestos.

A mí me encanta ver los mercados para ver qué es lo que compra la gente y ver lo que comen. Es un sitio donde se puede aprender mucho de la cultura de los lugareños y suelen estar llenos de sorpresas. El mercado de Belén y el que visité en Kumasi, Ghana (ver entrada anterior), han sido quizá los que más me han impresionado.

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Vendedora de pollos en Iquitos siguiendo las estrictas medidad de higiene y manipulación de alimentos ISO 97564.

Parte del barrio de Belén se encuentra por debajo del malecón al lado del río. Sus casas están construidas sobre palos para mantenerlas aisladas del agua cuando el río incrementa su caudal. Esta zona extremadamente pobre de Iquitos es famosa por su criminalidad y no es aconsejable adentrarse sólo por los riesgos que supone. Sin embargo, la parte alta del malecón, donde se sitúa el mercado de Belén, es una zona relativamente tranquila y si se visita durante las horas de mercado es segura. Por lo menos en mi experiencia, yo no tuve ningún problema.

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Cuando venden marisco a 2000 km de la costa en mitad de la selva, puede que el género no sea muy fresco.

Regreso a la civilización

Aquella mañana nos levantamos en la comunidad 20 de Enero en la Reserva Natural de Pacaya Samiria, donde habíamos disfrutado de la Amazonía peruana en los días anteriores (ver entrada anterior). Teníamos una larga travesía en barca hasta la ciudad de Nauta, pero aún paramos en la isla de enfrente a intentar ver perezosos. Estuvimos una hora dando vueltas mirando a las copas de los árboles, pero esa mañana quizá los animalitos estaban excesivamente “perezosos” por dejarse ver y al final nos quedamos con las ganas.

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Nuestra cocinera estará eternamente agradecida a la dueña de esta casa al lado del río.

El resto del viaje en barca por los ríos fue de lo más tranquilo. Cuando volvimos a salir al inmenso Rio Marañón nos quedamos de nuevo maravillados por el gigantesco tamaño de este afluente del Amazonas. Ya próximo a llegar a nuestro destino, nuestra  cocinera recibió la llamada de la naturaleza en forma de un ataque agudo de gastroenteritis. Dado que estábamos en mitad del río, no nos quedó otra que acercarnos a la orilla y hacer una parada de emergencia en la primera casa que divisamos. Pensé entonces lo mucho que la gente se ayuda una a otra en este país. Si en España te llaman a la puerta alguien en plena diarrea, no estoy muy seguro que le acogieras…

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Monstruos fluviales en la laguna Sapi Sapi.

Sin más percances llegamos a Nauta. Nuestro guía todavía nos acercó a que visitásemos la laguna Sapi Sapi, que se encuentra en uno de los jardines de la ciudad. En el estaque hay multitud de tortugas amazónicas, algunas de gran tamaño. En esta laguna también tenían a los famosos Paiches, unos peces enormes de la Amazonía. Nuestro guía nos di un montón de pan duro y estuvimos dando de almorzar a estos monstruos de río. No estoy muy seguro de que si alguien cayese al agua estos animales sean capaces de diferenciar un turista de un trozo de pan.

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Casa ferro en Iquitos diseñada por Gustav Eiffel.

De vuelta a Iquitos

Mi plan inicial para salir de la Amazonía era navegar desde Nauta a Yurimaguas (5 horas en barco rápido) y desde ahí en autobús hasta Tarapoto. Pero después de cuatro días navegando por la Reserva Natural de Pacaya Samiria no me sentía con fuerzas de meterme otro palizón de barco y autobús. Así que al final decidí volver otra vez a Iquitos y salir volando a mi siguiente destino. Me estaba volviendo un aventurero aburguesado y comodón.

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Vista del paseo del malecón. Nostalgia de tiempos mejores.

De Nauta a Iquitos fuimos por carretera en un viaje que se me hizo bastante corto. Nuestro guía Toni se ofreció  a buscarme un alojamiento, pero al final decidí volver al Hostal Colibrí (ver sitio web).  Esta vez y en premio a mi lealtad como cliente asiduo, me dieron una habitación en la planta cero. Yo lo agradecí enormemente para no tener que hacer escalada con mi pesada mochila escaleras arriba y pedí la ducha de agua caliente a las 5 p.m. como la otra vez (ver entrada anterior). Aventurero burgués…

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Hora punta en las calles de Iquitos.

La última noche en Iquitos

Aseado y limpio de los efluvios amazónicos de los cuatro últimos días, salí a pasear por el malecón y visitar los puestos de venta de recuerdos para los turistas. Aquella noche terminé cenando en un sitio encantador, el restaurante Amazon Bistro (ver sitio web). Me apetecía algo sofisticado para mi última noche en Iquitos y por eso, este restaurante francés con aires amazónicos me pareció un sitio estupendo.  Cené un pescado bastante bueno en la terraza de la calle.  Antes de volver al hostal, aún paseé por el animado malecón donde había actuaciones y la gente paseaba.

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Fuente de diseño en el malecón de Iquitos

La noche anterior que pasé en Iquitos no noté la presencia de mosquitos, y por eso aquella noche no me llevé el repelente. Durante la cena noté que había como pequeños insectos revoloteando por mis piernas pero no noté que me picaban y no le di mayor importancia. A la mañana siguiente tenía las piernas llenas de manchas rojas que picaban horrores. Agradecí llevar la crema antipicaduras en mi botiquín de la mochila. En fin, no te puedes confiar nunca..

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Puestos de fruta del mercado de Belén.

Visita al mercado de Belén

A la mañana siguiente, durante el desayuno en la cafetería de al lado del hostal, conocí a una chica del País Vasco y le conté mis planes para visitar el mercado de Belén. Así que al final nos fuimos los dos para allí. Como disponíamos de tiempo, fuimos andando por el malecón hasta le barrio de Belén. Daba un poco de tristeza pasar por delante de casas derruidas de las que únicamente quedaban las impresionantes fachadas de azulejos. Un reflejo de los tiempos de grandeza de Iquitos durante la fiebre del caucho.

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Peces en el mercado de Belén.

Tras un corto paseo llegamos al mercado de Belén. En este mercado los lugareños compran sus viandas. A diferencia de otros mercados llama la atención los productos amazónicos. Había frutas exóticas y peces que no había visto en mi vida. En alguno de los puestos tenían tortugas donde vendían su carne y huevos de aspecto extraño.

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Sabrosos suri. Estos estaban vivitos y coleando.

El producto estrella del mercado era el suri, un gusano gordo de unos 5 cm que se alimenta en los troncos caídos de algunos árboles. La carne de suri es muy apreciada por los lugareños. Pueden comprarse vivos, guisados o ensartados en un palillo a la brasa. Los tenderos tentaban a los turistas, pero tras haber metido la lengua en un termitero dos días antes (ver entrada anterior), ya había gastado esa semana el cupo de acciones temerarias.

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Suri en guiso, una delicia amazónica.

Incursión en el barrio de Belén

Al terminar en el mercado de Belén nos acercamos al malecón y bajamos las escaleras hasta un mirador donde podía verse parte del barrio. Desde arriba podían verse las casas sobre los postes. No se veía a nadie, así que después de un rato decidimos bajar un poco e inspeccionar. Las casas del barrio eran bastante curiosas. A unos pocos metros había una iglesia y se oía a la gente cantando, era domingo.

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Casas del barrio de Belén

Una señora que estaba en una de las casas salió a interesarse por nosotros y le dijimos que estábamos echando un vistazo. Estuvo hablando con nosotros un rato y ante de despedirnos nos dijo que más allá de una casa a unos 20 metros de ahí que no se nos ocurriese pasar. La señora nos dijo que esa zona era muy peligrosa para que dos turistas paseasen por allí. Aunque no se veía a nadie y no habíamos tenido ningún problema, no teníamos ninguna necesidad de tentar más a la suerte. Así que siguiendo el consejo de la buena señora, nos dimos la vuelta, subimos al malecón y dejamos atrás el barrio y el mercado de Belén.

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Casas del barrio de Belén.

De nuevo al aeropuerto

Yo me estaba quedando sin tiempo para ir al aeropuerto. Así que me despedí de mi fugaz compañera de mercado y fui para el hostal. Al cruzar por la Plaza de Armas había un desfile militar. Me pareció un contrapunto interesante, después de haber pasado por el barrio de Belén.

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En mi visita a Iquitos no me faltó de nada, hasta un desfile militar.

En el hostal pedí a la recepcionista que un mototaxi me llevase al aeropuerto. Preferí reservarlo ahí que en la calle, porque me daba más confianza. Entre las mochilas y yo ocupábamos todo el asiento del mototaxi.

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Microbiólogo aéreo

Durante el viaje, disfruté de la brisa de la selva y de mi último paseo por Iquitos. En veinte minutos llegamos al aeropuerto Coronel FAP Francisco Secada Vignetta. Sin más dilación, subí al avión hacia mi nuevo destino. Era momento de cambiar de escenario en mi viaje por Perú.

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Adios, Amazonía…

Iquitos. Perú. Noviembre 2018.

Si os ha gustado esta historia y queréis seguir leyendo más aventuras de mis viajes por esos mundos de dios, suscribiros al blog del Microbiólogo Viajero.  Podéis hacerlo al final o en el lateral de esta página.  Gracias por

20 comentarios sobre “El mercado de Belén en Iquitos

  1. Menudas delicias culinarias¡¡¡ No se yo si me atrevería a hincar el diente, seguro que después de la diarrea de la señora cocinera, te lo pensaste dos veces:) Lo de los monstruos fluviales….pero si parecen delfines no peces, tienen hasta pico 🙂 Un besote, pasa muy buena semana que cada vez nos queda menos

  2. Desde luego, una visita a un mercado local es lo mejor que puedes hacer para ver que se cuece por esos lares, en este caso… los suris! Jajaja si te atreviste con el termitero… tenias que haber probado esto también, se ven jugosos! Jajaja un saludo enorme horacio.

  3. A mi los suris vivitos, me parecían una fideua, y que nos sepan los caracoles a gloria y ese guiso de gusanos casi me hace vomitar!!!
    Me ha encantado la fuente, tan moderna y ese entorno.

    un abrazo, nos vemos

          1. Yo también me alegro de leeros.
            Estoy perfecta, con remordimientos de no haberme pasado por los blogs ya no para escribir sino solo para leer.
            Me puse en modo «ahorro energético» desde el 14 de abril, con breve entrada en algún momento para subir un post y volví al «ahorro energético».
            La vuelta a la calle, ¡ay!, que agujetas por favor !!!.
            Besos Horacio.

          2. Quiero una normalidad y punto, nada de nueva. Jajaja. Pero bueno, si hay que conformarse nos conformaremos con esa normalidad que se me antoja no nueva sino regulera. Pero aquí estamos.
            Ánimo para tí tambien. 🙂

  4. Me encanta ver que nadie ni nada ha logrado desviar tu persistencia en la narración siempre jocosa de tus aventuras.
    Los mercados, obligatorio verlos. Es una descripción de cómo vive el pais, la ciudad………etc.
    Este en particular es curioso, aunque yo hubiese hecho lo mismo que tú, mirar y mantener la boca cerrada. ¡No sé cómo pudiste meter la lengua en aggggggg……..!. Sin palabras. Efectivamente, acción temeraria. Has sobrevivido, quizá estés inmunizado para más cosas, ¡quien sabe!. jeje.
    Una maravilla ver tantas tortugas en el Amazonas, fascinante. Lo de los peces que no distinguen si es pan o turista, aterrador. jajaja.
    Feliz domingo, jocoso amigo. jeje.

    1. Si, llevo más de año y medio sin viajar y estos relatos me hacen evadirme de nuevo, aunque solo sea con la imaginación. Un beso..

      1. Cada uno ha buscado la evasión a su manera y medida. Tú la has hecho productiva y ahora puedo leer y disfrutar. 🙂
        Me gustó mucho el post, un poco menos los comestibles. Jaja.
        Besos.

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