Más aventuras en la Amazonía peruana

Toda una aventura en la Amazonía peruana estaba resultando la visita a la Reserva Natural de Pacaya Samiria. Llevábamos dos días navegando sus ríos y explorando la selva (ver entrada anterior), aunque todavía no habíamos visto muchos animales. En cualquier caso estaba disfrutando de lo lindo de esta excursión por la naturaleza.

Nos habíamos alojado dos noches en la comunidad de Yarina, situada dentro del Parque Natural de Pacaya Samiria, en la que habíamos dormido en una de sus cabañas sin grandes lujos. Aquella mañana nuestra cocinera nos preparó el desayuno y después nos dispusimos a empaquetar nuestras mochilas porque tocaba emprender el regreso. Sin embargo, todavía nos quedaba una jornada para disfrutar de más aventuras en la Amazonía peruana y hacer noche en el camino de vuelta antes de regresar a la civilización.

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Parque central de la Comunidad de Yarina

El mercadillo en la comunidad de Yarina

El jefe de la comunidad de Yarina se acercó a nuestra cabaña y nos dijo que las mujeres de la comunidad habían puesto un mercadillo con las artesanías que hacían ellas. No me había planteado ni siquiera la posibilidad de que pudiese comprar algo en mitad de la selva, pero enseguido se despertó mi espíritu de buhonero y pasamos por el mercadillo para echar un vistazo.

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Un mercadillo para nosotros solos.

En una de las esquinas del prado central de Yarina habían instalado cuatro mesas plegables para colocar la mercancía a la vista. Las mujeres y los niños de los puestos estaban más nerviosos que nosotros por ver si comprábamos algo. Había pulseras, llaveros, anillos y pendientes hechos con semillas y abalorios. No había nada que se hubiese hecho con especies protegidas o similares. Era todo muy sencillo, pero había alguna cosa chula.

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Donde este un mango que se quite el turista

En mi papel de Juez Salomón y para asegurarme que compraba alguna cosa a cada uno, me hice con unas cuantas pulseras y un par de llaveros hechos con la concha de un caracol de río. Los niños estaban felices porque nos habían vendido alguna cosa. Bueno, todos menos uno, que estaba chupando un hueso de mango y pasaba de nosotros. Cuatro turistas perdidos en la selva no son motivo suficiente para dejar aparcada una actividad tan dulce.

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Microbiólogo fluvial

Viajando río abajo

Con dolor en el corazón nos despedimos de los habitantes de la comunidad de Yarina y nos dirigimos a la barca con nuestras mochilas para viajar río abajo por la Amazonía peruana. Ya estaba acostumbrándome a estos paseos fluviales y mi trasero parece que había hecho callo porque la tabla del asiento no me parecía tan dura.

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Compañeros de aventura en la Amazonía peruana

El río estaba tranquilo y el sol lucía fuerte por lo que se agradecía estar debajo de la tejavana de la barca. Después de una hora divisamos unas casas al lado del río y nuestro guía decidió que parásemos para estirar las piernas y aprovechásemos para ir al excusado.

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Navegando por los ríos de la Reserva Natural de Pacaya Samiria.

Mientras esperábamos dimos un paseo por el poblado. Nos quedamos delante de una de las casas donde pudimos ver como estaban secando las pirañas al sol. No dejaba de sorprenderme lo afilado que tienen los dientes estos peces y me hicieron recordar esas películas de terror de finales de los 70, en las que las pirañas hacían el mal por allí por donde pasaban. Delante de la casa también tenían un mono, no es que nos acercásemos mucho a él porque tenía cara de pocos amigos. Sin embargo, los niños que están conviviendo todos los días con estos animales están de lo más acostumbrados.

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El niño es muy mono, pero el mono da un poco de miedo.

Parada a comer en la comunidad 20 de Enero

Después de esta parada técnica continuamos nuestro descenso río abajo hasta alcanzar la comunidad 20 de Enero. Éste era el sitio elegido para que pasásemos la noche y donde nos íbamos a despedir de la pareja navarra del grupo porque iba a continuar hasta Nauta. En esta comunidad nos alojamos en una cabaña con unas literas donde dejamos nuestras mochilas. En la parte trasera de nuestra cabaña, de camino a los baños, había una planta con unos chilis pequeñitos de color amarillo que se llaman Charapita. Estos chilis son extremadamente picantes, otra de las delicatesen de la Amazonia peruana.

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El ají picante de la Amazonia peruana.

Nos acercamos a la casa del jefe de la comunidad, que hacía también las veces de tienda de ultramarinos. Nos sentamos en el porche de la cabaña y nos tomamos una cerveza. No sé por qué la cerveza sabe tan buena cuando hace calor y estas muerto de sed. Despedimos a nuestros amigos navarros y esperamos a que nos trajeran la comida.

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De camino al río: las autopistas de la Reserva Natural de Pacaya Samiria

Visita a la laguna Wayla

Después de descansar, nos montamos en una barca más pequeña y nos acercamos hasta la laguna Wayla.  Este sitio era un lugar encantador. Aquí la selva se abre en una amplia extensión de terreno y está todo rodeado de agua y vegetación flotante. Durante la época de lluvias el nivel del agua sube e inunda la Amazonía peruana y muchas partes de la Reserva Natural de Pacaya Samiria tienen este aspecto.

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En la barca hacia la laguna Wayla.

En la laguna había multitud de garzas blancas. Muchas de ellas estaba en el suelo al borde de la laguna, pero otras descansaban en pequeños arbustos que los lugareños llaman pajareras. Apagamos el motor de la fuera borda y nos fuimos acercando despacio hacia la orilla con el remo para poder verlas mejor.

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Garzas en la laguna Wayla

Estábamos todos con la cámara de fotos en mano y en silencio. Nos acercábamos bastante, pero en un momento dado levantaban el vuelo y se alejaban un poco más. Lo intentamos varias veces, pero siempre con el mismo resultado. En el último intento, cientos de garzas emprendieron el vuelo a la vez llenando el cielo de la laguna de un color blanco, fue impresionante…

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Garzas en plena huída

Las orillas de la Laguna Wayla

Tras dejar atrás las garzas, nos acercamos hasta la orilla y desembarcamos. Nos adentramos entre los árboles que se sostenían con raíces gruesas y retorcidas, perfectamente adaptados a los cambios del nivel del agua. Era un paisaje mágico. Estos árboles van generando raíces desde las ramas y se van apoyando sobre ellas, por eso les llaman árboles caminantes. En la época en que el agua inunda esta parte de la selva es fácil encontrar anacondas enroscadas entre esas raíces. Desgraciadamente para mis ansias faunísticas en esta época las anacondas deben de migrar a su segunda vivienda, porque no había ni rastro de ellas.

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El paraíso de las anacondas, sin anacondas.

Un poco más adentro pudimos ver a los shanshos (Ophisthocomus hoazin) una ave que está considerada como un fósil viviente. La Amazonía Peruana es un paraíso ornitológico en el que es posible ver muchas especies de aves.  En los trayectos por el río vimos multitud de martines pescadores y nos cruzamos algunos tucanes y guacamayos, pero estos siempre los vimos muy de lejos.

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Garzas en la laguna Wayla.

Un baño vespertino

De vuelta a la laguna nuestro guía Toni nos preguntó si queríamos bañarnos en la laguna. Tras asegurarnos por lo más divino que no había pirañas, ni anacondas, ni caimanes en las inmediaciones, terminamos metidos en el agua. Eso sí, hasta que no se metió él, no fuimos nosotros detrás. Lo más complicado fue ponerse el bañador en la barca sin perder el equilibrio y manteniendo la dignidad.  Menos mal que ya el mes pasado en la Polinesia Francesa había practicado lo de ponerme y quitarme el bañador en cualquier circunstancia (ver entrada anterior). Subirse luego a la barca desde el agua también tuvo su complejidad.

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Microbiólogo a remojo.

Tras el chapuzón, todavía tuvimos media hora para disfrutar del silencio y la tranquilidad en la laguna Wayla al atardecer, mientras el cielo se encendía de colores amarillos y naranjas.

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Atardecer encendido en la laguna Wayla.

La globalización y la Amazonía peruana

De regreso a la comunidad nos juntamos en la tienda del jefe de la comunidad a charlar y a tomarnos una cerveza. Mientras estábamos charlando me quedé estupefacto, porque estaba su mujer y unos niños viendo la tele en el único televisor de toda la comunidad. Estaban viendo la versión peruana de estos programas sobre juicios en el que una mujer despechada acusaba a su marido de ponerle los cuernos, mientras la tercera en discordia traía un test de embarazo positivo al plató de televisión.

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No hay forma de escapar de los realities, ni en la selva.

Estaban todos ensimismando y no separaban los ojos del televisor ni con los anuncios sobre cosméticos y alimentos light. ¿No os parece surrealista que una mujer de una comunidad de la Amazonía Peruana estuviera viendo un anuncio de crema antiarrugas?

El jefe nos estuvo contando que los hombres se suelen reunir a ver el futbol y que hace dos noches no pudieron ver la final porque el generador se habían quedado sin gasolina. Un dramón… Esto me recordó la película de Gerardo Olivares de 2006  “La gran final”. La película cuenta las vicisitudes de una familia de la estepa mongola, una caravana de tuaregs y una tribu indígena de la Amazonia para poder ver la final del mundial de futbol. Si no la habéis visto os la recomiendo fervientemente…os dejo el tráiler de la película.

Antes de irnos a dormir, pasamos por delante de la casa del vecino que tenía en el porche las luces de colores y la música a tope.  Estaban de fiesta de sábado por la noche. Nos temíamos lo peor, pero al poco rato la disco de la Amazonía peruana ceso sus actividades.

Pacaya Samiria. Perú. Noviembre 2018.

Si os ha gustado esta historia y queréis seguir leyendo más aventuras de mis viajes por esos mundos de dios, suscribiros al blog del Microbiólogo Viajero.  Podéis hacerlo al final o en el lateral de esta página.  Gracias por leerme

8 comentarios sobre “Más aventuras en la Amazonía peruana

  1. Que bueno lo de la tele, efectivamente es como la Peli de la Gran Final efectivamente en el lado del amazonas brasileño se las ingenian para ver la final de fútbol, que tendrá la tele que hipnotiza:) Al final si vistes animales y sobre todo me ha gustado lo de los arboles caminantes que seguro tienen detrás alguna leyenda interesante con ese nombrecito que me recuerda a los caminantes blancos:) Me gusta mucho la excursión me parece como te dije de lo más variada aunque no se vean animales a tutiplen:) Un besote y muy buena semana

    1. Ahora reviviendo la excursión y las fotos me parece más emocionante que cuando lo hice. Hombre si te sale una anaconda entre las raíces es para cagarse ahí mismo. Casi prefiero el caminante blanco. Un beso y pasa feliz semana.

  2. Bueno… al final… si viste animales… igual no tantos como tenías pensado pero haberlos… hailos como las brujas. Lo que más nos gusta es que vas de aldea en aldea, bueno, o comunidad como ellos le llaman y es mucho mejor esto que hoteles o lodges para sentir un poquito como es la vida en estos lugares y conocer gente y su cultura. Ya te dijimos que esto se parecía un poco a nuestra visita a Tortuguero pero nosotros… error! Fuimos a un lodge donde el turisteo arruina un poco la experiencia. Luego conociendo la propia aldea vimos que había lugares que aunque mucho más modestos eran mucho mejores para disfrutar del lugar. Oye menudo par de hu…s meterse en el agua jajaja menuda locura… notar un alguilla o una piedra… jajaja menudo acojone

    1. Estoy con vosotros que es mejor ver cómo viven ellos. Hombre tampoco eran las tribus indígenas que van en taparrabos y son como más auténticas , pero en general prefiero ver esta realidad. Seguro que lo pasasteis bomba en tortugero. Lo del baño fue riesgo controlado. El guía sabía lo que hacia. Un beso y feliz semana.

  3. Bien Horacio, sin penurias ni riesgos y bebiendo esas cervezas que saben a gloria..
    Que especial tubo que ser lo de las garzas y ver un tucán o un guacamayo en libertad lo imagino super emocionante!!!

    Besotes, nos vemos

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