Los manglares de Tumbes

Los manglares de Tumbes, localizados próximos a la frontera con Ecuador, son un ecosistema único en Perú. Este lugar tan especial era una de las razones por las que decidí regresar al Norte de Perú, además de por sus magníficas playas. Desde Máncora, donde había pasado los últimos dos días (ver entrada anterior), se podía contratar una excursión de un día para visitar los manglares. Como viene siendo habitual, este tipo de excursiones terminó estando muy por debajo de mis expectativas.

Los manglares de Tumbes se encuentra dentro del parque que se denomina Santuario Nacional de los Manglares de Tumbes. Sin embargo, las excusiones que se contratan desde Máncora te llevan a Puerto Pizarro, una población próxima a Tumbes. De hecho  me enteré realmente donde había estado, cuando regresé de la excursión. Aquí puedes hacerte una idea de cómo es el manglar, pero si estáis interesados en visitar propiamente el parque, os recomiendo que hagáis noche en Tumbes y contratéis una excursión para que os lleven a visitar la zona  protegida de los manglares de Tumbes.

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Típica vegetación del manglar.

Máncora está a unos 120 km de Puerto Pizarro. En el camino de ida de la excursión se hacen paradas fugaces en dos playas para remojarse en las aguas del Pacífico y lucir palmito durante una hora. Luego desde Puerto Pizarro se visita una de las islas próximas, se hace una mini incursión al manglar y se visita un centro de recuperación de cocodrilos. Éste pude ser un magnífico plan familiar y una excursión entretenida para pasar un día, pero muy alejada de mi idea de excursión para adentrase en la naturaleza y conocer como son los manglares.

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Detalle del manglar.

Si queréis saber como me fue en esta excursión playera con cocodrilos incluidos, en la que nunca llegué a donde se suponía que iba a ir, os invito a que sigáis leyendo.

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Playa de Punta Sal

La playa de Punta Sal

A media hora de Máncora se encuentra el pueblecito de Punta Sal, cuyo mayor atractivo es su playa tranquila y poco transitada. Aquí hicimos la primera parada en nuestro camino hacia los manglares de Tumbes.  Nuestro guía nos llevó a la playa y nos dio una hora, escasa la verdad, para que disfrutásemos del lugar.

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Así de vacia estaba y eso que la foto es de antes de la pandemia.

En menos de tres segundos estaba ya en bañador y me fui a dar un paseo por la playa. El encanto de este lugar es el placer de disfrutar del mar y la playa sin prácticamente gente. Los edificios que están al borde de la playa son casas de no más de dos alturas y no existen los resorts horrorosos que tanto les gusta a los turistas sedientos de sol y de juerga nocturna.

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Cangrejo fotogénico

En mi  paseo se cruzaban cangrejos curiosos que me mantuvieron entretenido un buen rato, en mi afán de conseguir fotografiarlos sin que saliesen muy movidos. A una decena de metros vi unos pájaros enormes que estaban arremolinándose sobre un objeto que había traído la marea de la mañana. Cuando me acerqué, descubrí que era una tortuga muerta de la que estaban dando buena cuenta. Me dio mucha pena, más después de haber estado el día anterior nadando al lado de ellas (ver entrada). Como estábamos quedándonos sin tiempo me di un baño rápido y nos subimos al autobús para seguir nuestra ruta hacia los manglares de Tumbes.

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Un triste final.

La playa de Zorritos

Después de una hora de viaje llegamos a nuestra siguiente parada playera, el pueblecito de Zorritos. Esta vez el guía nos dio sólo media hora para que disfrutásemos de este sitio. Nos quedamos en la proximidad de un chiringuito de playa. Yo me fui para el agua para intentar aprovechar el tiempo lo máximo posible.

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Microbiólogo playero.

La playa tenía una mayor inclinación que la de Punta Sal y me pareció que tenía menos encanto. Lo que si me pareció curioso era que aquí también tenían la flota de barcos pesqueros, todos juntos en mitad del mar a falta de puerto, igual que los había visto en Máncora y Los Órganos (ver entrada anterior). No hubo mucho tiempo para florituras y con la misma velocidad con la que me puse el bañador, me sequé y me volví a poner mi traje “pret a porte” de excursionista de manglar. Nos lanzamos de nuevo a la carretera.

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Embarcadero de Puerto Pizarro

El embarcadero de Puerto Pizarro

Tras otra hora más, llegamos a Puerto Pizarro y nuestro guía nos llevó hasta el embarcadero. El sitio era muy pintoresco porque estaba lleno de barquitos pesqueros de colores y cada uno de ellos tenía su pelícano. La marea estaba baja y descendimos por la escalera del muelle para dirigirnos a nuestra lancha. Paseábamos entre los barcos que estaban encallados en la arena.

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Caminando hacia nuestra lancha.

Una vez que todos los turistas estuvimos sentados en la lancha salimos por la bahía a navegar en un paseo muy agradable. Los nombres de las islas de la bahía eran muy evocadores, Isla del Amor, Isla Hueso de Ballena… En uno de ellas se podía disfrutar de multitud de aves, pero un incendio había destruido la isla. Tras el paseo atracamos en la Isla de los Pájaros y nos llevaron hasta un chiringuito para que comiésemos.

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Arriba y abajo, versión pelícano.

En el chiringuito el precio era bastante más caro que los precios normales, pero como estábamos adecuadamente “atrapados” no había otro sitio donde comer. Yo me pedí un ceviche de conchas negras. Estas conchas son unos moluscos que crecen en las raíces de los manglares y es la especialidad en toda la costa norte de Perú.  Al ser el único sitio donde se produce, sólo se pueden comer en esta zona del país, ya que el producto debe de comerse fresco.

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El chiringito trampa.

Con la excusa de que la marea estaba baja y que había que esperar para poder adentrase en el manglar, estuvimos como un par de horas en la isla. Ofrecieron motos de agua y otros artilugios para hacer actividades de agua, pero yo no me animé a alquilar ninguno, preferí andar un poco por las inmediaciones.

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Redes en la isla de los Pájaros

Paseo por los manglares

Con la marea alta y el bolsillo bajo, nos adentramos en la zona de los manglares de Tumbes, bueno eso creía yo. Fue un viaje corto. Los árboles son curiosos, con esas raíces que se meten el agua y están a la merced de la marea que sube y baja a lo largo del día. Entre las raíces a veces se veían unos cangrejos de color azul muy llamativos. En uno de los recodos nos adentramos en un túnel entre los árboles y poco más allá llegamos al embarcadero del centro de recuperación de cocodrilos.

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Microbiólogo de manglar.

Y eso fue todo el manglar que vimos, cuando volvimos al barco regresamos por el mismo camino. En fin, me quedé un poco desilusionado. Cuando por la noche miré en Google maps, resulta que el centro de recuperación de los cocodrilos está casi en el mismo Puerto Pizarro.

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Así, dentro del manglar, es como yo pensaba que ibamos a estar..

Centro de recuperación de cocodrilos

La verdad es que al principio de la excursión era lo que menos ilusión me hacía y al final fue lo que más me gustó. En la entrada del centro nos esperaba el guía del centro, con su caldero de trozos de pollo, preparado para comenzar la visita. El guía nos fue contando que en la zona de los manglares era frecuente encontrar cocodrilos y que ahora en el centro los estaban intentando criar con la intención de repoblar los manglares de Tumbes.

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Aquí los cocodrilos están en la gloria.

En el centro tenían cientos de cocodrilos en diferentes pozas. Los machos más viejos tenían sus espacios individuales. No me extraña porque daban mucho miedo. Algunos ejemplares eran enormes y los dientes les asomaban por la comisura de los labios amenazadores.  Cuando les tiraban los trozos de pollo, se lanzaban como las fieras salvajes que eran. Mejor que fuera el pollo, que no mi brazo.

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Como para bajar a saludar…

Regreso a Máncora

Tras acabar el paseo por los manglares, el guía nos había tentado con la posibilidad de pasar a Guayaquil (Ecuador) de compras. Al final no hubo consenso y afortunadamente nos fuimos para Máncora. Menos mal, porque el viaje fue largo. Cuando llegué a mi bungalow, me puse a organizar la mochila porque emprendía de nuevo viaje. Era mi última noche en Máncora y por eso pensé en irme a algún sitio especial a cenar. Elegí el restaurante La Sirena D’Juan (ver sitio web)

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Pisco de maracuya.

Este restaurante era pequeño, pero tenía mucho encanto. Su especializad era el atún y por eso fue lo que me pedí. Cuando me trajeron el pan caliente recién hecho dentro de una bolsa de tela, casi se me saltaban las lágrimas por sentirme tan agasajado.  En ese mismo instante supe que la cena iba a ser espectacular y no me equivoqué…

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Atún, la especialidad de La Sirena D’Juan.

Puerto Pizarro. Perú. Noviembre 2018.

Si os ha gustado esta historia y queréis seguir leyendo más aventuras de mis viajes por esos mundos de dios, suscribiros al blog del Microbiólogo Viajero.  Podéis hacerlo al final o en el lateral de esta página.  Gracias por leerme.

4 comentarios sobre “Los manglares de Tumbes

  1. Desde luego que es microbiólogo playero más que manglanerono me extraña que te defraudase un poco ya que estuvisteis más en otros lugares que en el manglar. Eso sí las playas pintaza que tenían y encima solitarias. Bueno es el conséquent dans para quienes quieran conocer más a fondo el manglar, pero bueno, al menos viste algún cocodrilo dentón Pasa muy buena semana y muchos

    1. Con todo aún estuvo la excursión entretenida. Si es que no hago más que echar pestes de las excursiones organizadas y siempre termino yendo en ellas.. en fin…

  2. Jajaja que mala suerte estás teniendo con las excursiones horacio así como en el anterior post hiciste bien llendo por tu cuenta y saliste ganando viendo y nadando con unas tortugas enormes… esta vez… mejor ir acompañado menudos bichos que te puedes encontrar ahí en la foto de la playa… menudo tío sale! tanto trekking y tanto moverse… te han puesto como un yogurin! Besazos horacio!

    1. Cuando te llevan a los sitios es lo que tiene, te tienes que adaptar a dónde te llevan. Gracias por el piropo, el ejercicio me vino bien pero ahora con el confinamiento el yogurt se caducó

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