
La ciudad Inca de Machu Picchu se encuentra a 2430 metros sobre el valle del río Urubamba. Esta ciudadela fue construida en el siglo XV y tras su abandono, cayó en el olvido durante muchos años. Aunque los locales conocían de su existencia, no fue hasta 1911 cuando el historiador Americano Hiram Bingham “re-descubrió” estas ruinas para el resto del mundo.
Hiram buscaba la ciudad perdida de Vilcabamba, pero terminó topándose con estas ruinas. Este hallazgo fue publicado con todo lujo de detalles por la revista “National Geographic” en 1913. Todo el complejo se encontraba literalmente engullido por la selva y fueron necesarias dos expediciones para sacar a la luz la belleza de la ciudad inca de Machu Picchu. En el proceso de limpieza, Hiram Bingham encontró parte del camino inca. Hace unos años Machu Picchu fue incluida entre las nuevas 7 maravillas del mundo (ver listado). Actualmente es una de las mayores atracciones turísticas de Sudamérica y la principal razón por la que los turistas deciden visitar Perú.

Desgraciadamente, esta maravilla arquitectónica es víctima de su fama. Es tal el volumen de gente que la visita, más de 3500 personas diarias, que las restricciones impuestas para poder proteger este santuario son cada vez mayores. Actualmente, no se permite estar más de 4 horas, es necesario ir con un guía oficial y cuando estuvimos nosotros no nos permitieron retroceder durante el recorrido por el complejo arqueológico.

Un madrugón aventurero
Finalmente tras tres días triscando por los Andes, en nuestra especial expedición de senderismo, estábamos a las puertas de la ciudad inca de Machu Picchu. Nos levantamos a las 4 de la mañana para hacer cola en el control de entrada al tramo final del camino inca. Había dormido malamente preocupado por el tiempo que nos iba a hacer. Se había pasado la noche lloviendo, relampagueando y tronando (ver entrada anterior). Aunque no soy agricultor, ni meteorólogo, me temía lo peor. Sólo tenía este día para visitar las ruinas, así que me encomendé a la Pachamama y que fuese lo que la diosa quisiera.

Salimos de nuestras tiendas en mitad de la noche y estaba todo oscuro, pero por lo menos no llovía. Los porteadores ya habían recogido todas las cosas. Nos pusimos en marcha y llegamos a la cola de la entrada del control. Ahí nos quedamos esperando una hora con otros 100 caminantes que también querían entrar en la ciudad inca de Machu Picchu. Cualquier alimaña nocturna de aquella selva se preguntaría que narices hacía tanta gente en mitad de la noche y llegarían a la conclusión que los humanos están locos. Sarna con gusto no pica…
Carrera al amanecer hasta el Intipunku
La razón para el madrugón es que todos queremos llegar antes de que amanezca a la puerta del sol, Intipunku en quechua, para ver como asciende el sol entre las montañas iluminando Machu Picchu. Este sitio es muy especial, porque es el primer lugar del camino desde el que se divisa la ciudad inca de Machu Picchu y tenía un importante sentido religioso para los incas. Lo de los turistas y los amaneceres creo que podría dar para tres tesis doctorales, pero corrobora mi teoría de que los turistas somos seres muy sufridos. Yo en Isla de Pascua ya tuve mi momento amanecer (Ver entrada anterior), pero seguiré asistiendo a todos los amaneceres necesarios en pos del turisteo.

Al abrir el control enseñamos los pasaportes y comenzamos nuestro camino frenético por alcanzar el Intipunku. El camino inca recorre en este sector un bosque y algunas zonas muy cercanas al precipicio de la montaña, pero todos íbamos más preocupados por llegar a la puerta del sol que por los vértigos. El cielo iba clareando y para mi tranquilidad el cielo estaba más o menos despejado. Al fin y al cabo, íbamos a tener un buen día.

El camino con pequeños ascensos y descensos no era complicado. A medida que el día era más claro fuimos acelerando el paso. Llegamos a un punto que lo llaman la escalera de los monos, es una zona muy empinada en la que era necesario ayudarse de pies y manos para poder subir. Nos daba igual porque todos subíamos como cabras para poder llegar a tiempo. Entonces por fin, alcanzamos la puerta de piedra, el Intipunku.

Un amanecer muy especial
Estábamos todos en silencio y maravillados. Había bastante niebla. Al fondo del valle sabíamos que estaban las ruinas que tanto ansiábamos ver, porque se veía claramente el famoso pico de Wayna Pichu que aparece en todas las fotos. Sin embargo, las nubes no nos dejaban verlas. Al cabo de un rato la niebla se fue disipando, mantuvimos la respiración y de repente ahí estaba la ciudad inca de Machu Picchu. Era tan bonito que casi se nos saltaban las lágrimas viendo semejante espectáculo, más teniendo en cuenta todo el esfuerzo que habíamos hecho de los últimos tres días.

La entrada por la puerta del sol sólo está reservada para la gente que hace el camino inca y verdaderamente merece la pena. Alguna vez me ha tocado ver amanecer en la Puerta del Sol, el Intipunku de Madrid, pero vamos no hay color. Los turistas que entran por los otros accesos pueden llegar a esta parte del camino, pero dada las restricciones de tiempo que el gobierno peruano está poniendo en las visitas, cada vez se hace más complicado.

Descenso hacia Machu Picchu
Tras hartarnos de sacar fotos de este momento mágico, emprendimos en descenso por el camino empedrado hacia la ciudad inca de Machu Pichu. Fue un paseo muy agradable, con la vista siempre puesta en las magníficas ruinas. Un poco antes de llegar, nos reagrupamos y nuestro guía nos repartió unas camisetas amarillo canario para que nos pudieran localizar bien en el complejo arqueológico por si nos desperdigábamos. También procedió a hacer un ritual a la Pachamama, en la que con unas hojas de coca que colocábamos debajo de una piedra, pedimos nuestros mejores deseos a la madre tierra.

Otra de las ventajas de hacer el camino inca es que llegamos de los primeros al mirador desde donde todo el mundo saca la típica foto de Machu Picchu. Como si fuéramos “celebrities” fuimos posando todos por este “Photocall” y nos hartamos de sacar fotos. Nuestro espíritu “instagramero” estaba hambriento de carnaza, así que no nos privamos de nada, antes de que llegase toda la marabunta turística.

De aquí nos fuimos a la entrada del complejo y dejamos nuestras mochilas y los palos de caminar en la consigna. Estos objetos están prohibidos en todo el recinto. Nuestro guía nos reagrupó en una de las terrazas de las ruinas y ahí sentados nos fue contando todos los detalles sobre la ciudad inca de Machu Picchu. Se estaba tan a gusto al sol, oyendo los relatos y viendo las magníficas vistas, que nos hubiésemos quedado ahí todo el día.

Visita a la ciudad inca de Machu Picchu
Ya relajados, llegó el momento de ir visitando las diferentes secciones del complejo. Alrededor de las ruinas existían multitud de terrazas. Los incas eran experimentados agricultores que adaptaron el terreno para poder hacer crecer sus cultivos y sacar el máximo provecho del riego.

Nos acercamos a la zona de los templos que presentaban una cuidada construcción, con piedras perfectamente encajadas y pulidas, sin necesidad de ningún tipo de cemento. Aunque Perú posee una gran actividad sísmica, los edificios incas presentan una inclinación hacia el interior y una estabilidad, que los han mantenido en su sitio después de muchos años y temblores.

Visitamos la zona de los templos dedicados a cada uno de los diferentes elementos de la naturaleza, el más curioso es el templo del sol que es de forma circular, a diferencia de las típicas construcciones incas.

Fuimos recorriendo el recinto y alcanzamos la plaza sagrada donde se puede ver el templo de las tres ventanas realizado con piedras de tremendo tonelaje. Las ventanas tienen la típica forma trapezoidal inca, que es la más idónea para aguantar las embestidas sísmicas.

Finalmente llegamos al lugar donde se encontraba la piedra solar, Intihuatana, que está perfectamente colocada para identificar los solsticios. Una forma muy original de saber cuándo iban a llegar las estaciones.

No sé si había usado en mi ritual matinal alguna hoja de coca seca o de mala calidad pero la Pachamama decidió que ya había tenido suficiente clemencia y comenzó a llover. El guía nos dijo que continuásemos por nuestra cuenta que nos esperaba a la salida. Nos quedaba casi de la mitad por visitar, pero el resto del trayecto tuvimos que ir deprisa por la lluvia y porque nos quedábamos sin tiempo. Fue una pena no poder estar más tiempo.

Visitas adicionales
Yo al final no lo hice, pero existe la posibilidad de subir al monte de Wayna Picchu que es el cerro que está detrás de las ruinas de la ciudad inca de Machu Picchu y posee unas vistas panorámicas espectaculares. Eso sí, alguno de los tramos no son para los que padecen vértigo. Es necesario reservar la entrada con antelación porque el número de visitas es limitado. Si se decide subir es conveniente dormir en Aguas Calientes y subir a primerísima hora antes de que abran el complejo para poder entrar en el primer turno. Existe otra posibilidad que es subir a la montaña de Machu Picchu que está cerca de la puerta del sol y no es necesario reservar con tanta antelación, también con vistas espectaculares de todo el complejo.

Regreso a Aguas Calientes
Una vez finalizada la visita, hicimos cola y fuimos bajando con los autobuses que están continuamente conectando las ruinas de la ciudad inca de Machu Picchu con el pueblo de Aguas Calientes. El camino es una serpenteante carretera que termina en el final del valle.

Aguas calientes es un pueblo que ha crecido a la sombra de Machu Picchu y es extremadamente turístico, pero tiene como curiosidad que las vías del tren cruzan por la calle principal del pueblo. Una vez ya reagrupados nos fuimos todos a un restaurante donde comeríamos juntos por última vez. Nuestro guía nos repartió un diploma con nuestra hazaña, que puede parecer un poco insulso pero a mí me hizo mucha ilusión.

El guía nos dijo que nos habíamos portado muy bien en con la propina de los porteadores y que la Pachamama nos había premiado con una mañana de buen tiempo. En cualquier caso debió ser hasta ese momento, porque mientras comíamos se abrieron los cielos en canal y cayó el diluvio universal. Hubo gente del grupo que después de comer se fue a los baños termales, de ahí el nombre del pueblo, pero yo preferí quedarme sentado bebiéndome una cerveza Cusqueña.

Fin de fiesta
En el grupo me hice muy amigo de una pareja inglesa de veterinarios, Ben y Lindsay, que meses después me visitaron en España. Sufrir tres días por las montañas une mucho. Había llegado el momento de regresar a Cusco. Primero en tren desde Aguas Calientes hasta Ollantaytambo. Un viaje con mucho encanto en este tren escénico y luego en un combi hasta Cusco. En este último viaje alguien compró una botella de vino blanco y cervezas. Al final fuimos bebiendo, cantando y disfrutando de la música de los 80s de la radio. Que buen rollo para terminar esta aventura de 4 días por los Andes.

Machu Picchu. Perú. Noviembre 2018.
Si os ha gustado esta historia y queréis seguir leyendo más aventuras de mis viajes por esos mundos de dios, suscribiros al blog del Microbiólogo Viajero. Podéis hacerlo al final o en el lateral de esta página. Gracias por leerme.

Que bonito es Machupichu. Me quedo loca con el control que hay ahora, cuando fuimos nosotros eramos tres personas visitándolo, podías quedarte todo el tiempo que quisieras y por supuesto regresar, dar la vuelta y hacer lo que quisieras. Esto es lo malo de la masificación pero es un sitio tan bonito que sigue mereciendo mucho la pena. Me has hecho regresar a Machupichu, que maravilla, Un besote y disfruta del confinamiento como buenamente puedas
Si, Machu Picchu es maravilloso, de día, de noche, vacío y lleno de gente. Desgraciadamente, tienen que protegerlo de las hordas de turistas con sus cámaras. Aunque nos incomoden las medidas y nos moleste. Si queremos que siga ahí, es necesario que las restricciones existan. Es como nuestra cuarentena obligada, no nos gusta pero no nos queda más remedio. Sueño con una cerveza en una terraza de Madrid en primavera y hablar de viajes a sitios lejanos y exóticos. Pronto será. Un beso y feliz semana.
El tiempo pasa bien rápido, ya verás como dentro de poco nos tomamos una cervecita helada en un terraza al sol para comentar nuestros siguientes viajes. Muchos besos y feliz confinamiento
Que suerte horacio haber podido estar en machu picchu. Tiene que ser espectacular estar ahi en lo alto y ver como aparece entre las nubes. Nos has dado un buen paseo en el desayuno. Te falto subir al wayna picchu! Aunque después de días caminando…
Deseando ver la siguiente parada y… alguna fotillo de lo que se ve desde el tren ¿no?
Machu Picchu es impresionante. El problema es que cada vez hay más turismo. Bueno ahora con el coronavirus no creo, jejejeje pero es el precio que hay que pagar por visitar un sitio tan especial. Os recomiendo mucho hacer el camino inca, como estabais buscando rutas de senderismo, esta es espectacular. Tenéis razón las fotos del tren hubiesen molado un montón, pero estaba tan cansado que no saque ninguna. Hoy he publicado la nueva etapa, la montaña de 7 colores. Un beso y que paséis una buena semana.