Viajando por el camino inca a Machu Picchu

Me había embarcado en el camino inca a Machu Picchu (ver entrada anterior) dos días atrás y después de nuestra última etapa, en la que cruzamos un paso a 4215 metros, estaba exhausto. Aquella mañana nos costó levantarnos y perezosamente nos aseamos y fuimos a la tienda-comedor a desayunar. Teníamos nuestros termos preparados y dimos buena cuenta de todo lo que nos pusieron de comer los cocineros. Yo me tomé mi mate de coca para seguir mi estricto plan de dopaje para cruzar las montañas de los Andes.

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Disfrutando de las alturas.

Volví a mi tienda con mi tacita de agua calienta y me senté en la entrada para hacerme los lavados de ojo. Mi orzuelo estaba mucho mejor, casi no me molestaba. Mientras procedía a mis abluciones oculares, con mi único ojo abierto disfruté del espectáculo de la mañana. La niebla ascendía lentamente desde el valle hacia las montañas y todo estaba envuelto de una especial magia.  A parte de este ambiente bucólico, estaba todo húmedo y la niebla arrojaba agua, así que tuve que decantarme por el modelo de senderista con capa de agua en todos verdes, que afortunadamente había comprado en Decathlon.

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Microbiólogos en la niebla

No estábamos teniendo mucha suerte con el tiempo en nuestra ruta por el camino inca a Machu Picchu. Intentamos tomárnoslo con filosofía y todos deseábamos poder llegar a las famosas ruinas incas con un día espléndido. Si después de tres días de duro senderismo y penurias, llegábamos a Machu Picchu con lluvia y niebla iba a ser muy, muy frustrante. De momento hoy nos esperaba una jornada excitante, en la que pasaríamos por diferentes enclaves arqueológicos, con subidas y bajadas. Al final del día acamparíamos en las proximidades de la entrada al parque del complejo arqueológico de Machu Picchu.

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Campamento en Paq’amayo en un valle con encanto


Ascenso a Runkurakay

Recogimos las mochilas y abandonamos nuestro campamento en Paq’amayo a 3600 metros de altura y nos dirigimos hacia nuestra siguiente parada en Runkurakay. El camino en seguida se empinó e íbamos con la lengua fuera. Las vistas eran impresionantes, pero la niebla no nos dejaba ver las montañas. Íbamos en fila india y poco a poco los porteadores nos fueron adelantando y eso que llevaban sus 20 kilos de peso a la espalda.

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Runkurakay: Trafico de gente en el camino ¿Para cuando un semáforo inca?

Al rato llegamos hasta las ruinas de Runkurakay. Es un edificio pequeño con forma ovalada. Esta pequeña ciudadela tenía una función de descanso para los transeúntes del camino inca a Machu Picchu y posiblemente también ceremonial. Este mirador situado a 3750 m tiene unas vistas privilegiadas del valle.

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Laguna alpina en los Andes.

De aquí el camino continúa ascendiendo y pasa entre dos pequeñas lagunas alpinas hasta alcanzar un paso a 3950 m, donde hicimos una parada para reagruparnos y recolocarnos los pulmones en su sitio después del último repecho. Al mirar hacia  abajo del valle me quedé impresionado con el gran tráfico de turistas, guías y portadores que  deambulan por el camino inca a Machu Picchu.  En este descanso aproveché para preguntarle a nuestro guía sobre los porteadores, estos chaskis (mensajeros incas) modernos.

La dura vida de los porteadores y los guías del camino inca.

En cada expedición íbamos unos 15 turistas, pero había otro número igual o mayor de cocineros, porteadores y guías para que no nos tuviéramos que preocupar nada más que de andar y respirar, que para mí ya me parece suficiente trabajo,  mientras seguíamos el camino inca a Machu Picchu.

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Camino con precipicio. Andar haciendo eses no es una opción.

Los porteadores cargan con todo a sus espaldas y se mueven con gran rapidez por todo el camino. Cuando los ves bajar las montañas corriendo con la carga a la espalda, sientes como un escalofrío de miedo te recorre el cuerpo. Los escalones no son homogéneos y si resbalan, la lluvia y humedad puede hacer las piedras muy resbaladizas,  pueden terminar con algún hueso roto o la cabeza partida. De hecho suele suceder con cierta frecuencia. Los portadores están continuamente haciendo el trayecto con las expediciones, por lo que terminan todos con las rodillas y la espalda destrozada. Al principio de la temporada, los porteadores siempre hacen sacrificios a la Pachamama, desde hojas de coca hasta bebés-llama para que los proteja de todo mal en sus viajes por los caminos.

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Siguiendo el camino con las rodillas muertas de risa de tanto escalón tonto.

Durante los días que estuve haciendo esta ruta, coincidimos con una pareja de porteadores que transportaban cuatro vigas de madera para la ampliación de uno de los campamentos. Iban llevando dos de ellas unos cientos de metros y luego regresaban a recoger las otras dos. Así, todo el camino. Luego nos quejamos que nuestras vidas son complicadas. Es exactamente la misma historia que sufren los porteadores en las rutas del Himalaya cuando estuve en Nepal.  Países separados por miles de kilómetros pero con historias idénticas.

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Aspecto del camino inca cruzando el bosque tropical de montaña.

Los guías aunque no cargan con pesos, sufren mucho con las rodillas e intentan tomar pastillas de colágeno. De todas formas por muchas pastillas que tomes, hacer durante años de forma continua este camino de cabras, no hay cartílago que lo resista. Doy gracias a dios por ser un vulgar microbiólogo y no tener que ganarme la vida como estos caminantes de los Andes.

Trayecto hasta el campamento de Phuyupatamarka

Cuando continuamos el camino inca a Machu Picchu y nos adentramos en la ladera amazónica de los Andes, todo se volvió más verde y frondoso. Al poco alcanzamos las ruinas de Sayaqmarka (Pueblo en pie o pueblo dominante), al que accedimos subiendo unas escaleras. La ciudadela estaba cubierta de niebla y no pudimos disfrutar de las vistas. Sin embargo, estábamos solos en el complejo y pudimos dar rienda suelta a nuestro espíritu de arqueólogo, mientras nos perdíamos entre sus muros.

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Sayaqmar: Ruinas en las alturas. Con tanta niebla nos costó encontrar la salida.

De aquí, el resto del camino  se adentraba en un bosque tropical de montaña. El camino a veces discurría entre túneles de vegetación y otras al borde mismo de la ladera con un precipicio a tus pies. Los ingenieros de caminos incas tallaron un túnel en la roca con gran destreza e incluso hicieron una parte del camino suspendido en el aire para facilitar el paso.

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Modelo chirimiri para cruzar los Andes

Finalmente alcanzamos el campamento de Phuyupatamarca a 3570 m, donde hicimos una parada técnica para comer. Desafortunadamente, el cielo estaba encapotado y la niebla no nos dejaba ver nada. Yo me resistía a quedarme parado mientras nos preparaban la comida, así que me acerqué a la cima cercana para sacar una panorámica del campamento y hacer un pis de altura. De repente la niebla se disipó y justo debajo de mis pies aparecieron las impresionantes ruinas de Phuyupatamarka. Llamé a gritos a mis compis de expedición para que no se perdieran semejante espectáculo.

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Si al echar un pis te encuentras esto, es que estás en los cielos.

El camino de los 3000 escalones

Después de comer continuamos por el camino inca a Machu Picchu. Esta parte del trayecto se denomina el camino de los 3000 escalones y está construido por infinitos escalones irregulares que machacan las rodillas de cualquiera. Nada más empezar paramos en las ruinas de Phuyupatamarka (Ciudad sobre las nubes) que tanto nos había impresionado desde las vistas del campamento.

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Yo conté 2987 escalones, pero no quiero hilar fino…

Las ruinas estaban llenas de llamas que pastaban a sus anchas. Nuestro guía nos agrupó en una de las antiguas habitaciones del complejo y aprovechó para contarnos las curiosidades del lugar, entre ellas la presencia de 6 baños ceremoniales por los que corre el agua. En ese momento, una llama curiosa entró en el recinto para deleite de nuestro grupo, que cámara en mano no dejamos de fotografiar. Los guías nos aseguraron que no les habían pagado para participar en este “photocall” improvisado. Nos dijeron que las llamas son seres divinos y que disfrutaban con nuestra presencia en este templo.  Todos nos quedamos muy alagados con la explicación.

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La curiosidad mató a la llama.

Continuamos el descenso y nos fuimos adentrando en el bosque. Gran parte del camino inca a Machu Picchu se encuentra en muy buen estado, pese a sus más de 500 años de antigüedad. Todos llevábamos bastones de senderismo para apoyarnos, pero todos iban protegidos con una goma en la punta para no dañar las piedras. No está permitido usarlos de otro modo.  El cielo empezó a abrirse y en las zonas de vegetación menos densa, empezó a aparecer el valle espectacular por el que discurría el río Urubamba.

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Las terrazas de Intipata

Antes de alcanzar nuestro campamento, descendimos por las impresionantes terrazas de las ruinas de Intipata. Cuando cruzamos este sitio arqueológico paramos en un mirador con una vista de postal sobre el valle, que todos fotografiamos.

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Terrazas de cultivo de Intipata.

Las ruinas de Wiñay Wayna

Había sido un día largo y por fin alcanzamos el campamento, pero todavía nos quedaba una sorpresa. Nuestro guía nos dijo que podíamos visitar unas ruinas cerca del campamento. Dejamos nuestras mochilas y nos fuimos para allí volando, el sitio arqueológico sólo iba a estar abierto 30 minutos más. El nombre de las ruinas Wiñay Wayna significa “siempre joven” y hace referencia a una especie de orquídea que florecía en esta zona.

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Yo siempre joven, y en Wiñay Wayna más…

Al entrar alucinamos, era un sitio enorme y precioso. Mis compis no se movían de la entrada porque cerraban pronto, pero yo me lancé a visitarlo. Les dije que entre que cierran  y vienen a buscarnos para echarnos, podíamos aprovechar. Salimos como pollos sin cabeza, estresados a hacer turismo. Nos hartamos de sacar fotos y luego nos sentamos a disfrutar de las vistas hasta que nos sacaron del recinto. Que forma más bonita de terminar el día.

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Esperando al guarda para que nos echen del recinto, pero si no viene nos quedamos hasta el amanecer

La última cena en el campamento de Wiñay Wayna

Aquella noche nos juntamos todos a cenar en la tienda-comedor. Al día siguiente por fin íbamos a ver Machu Picchu y era el último de la expedición. El guía nos sugirió que deberíamos dar una propina a los porteadores y los cocineros. Todo el equipo se había portado genial con nosotros, así que no nos importó rascamos el bolsillo. También dejamos algo para él guía. Como yo era el hispanohablante, fui el que tuve que dar un pequeño discurso en nombre del grupo y entregar los sobres con la propina.

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Dios llama tomándose un aperitivo

Nos fuimos pronto a dormir porque teníamos que levantarnos a las cuatro de la mañana para ser de los primeros en la cola de entrada en el parque de Machu Picchu y disfrutar de nuestra recompensa merecida.  Estaba ya en mi tienda cuando de repente se oyó un estruendo enorme que rasgo los cielos. Un trueno como he oído pocos en mi vida. Tapado hasta las orejas en mi saco de dormir, empecé a oír el ruido de las gotas de lluvia sobre la tela de la tienda.

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El increíble valle Urubamba.

No me lo podía creer, como podía ser posible que tuviésemos tan mala suerte.. Con ese desazón me quedé dormido, mientras pedía clemencia a la Pachamama para terminar el camino inca a Machu Picchu con buen tiempo.

Cusco. Perú. Octubre 2018.

Si os ha gustado esta historia y queréis seguir leyendo más aventuras de mis viajes por esos mundos de dios, suscribiros al blog del Microbiólogo Viajero.  Podéis hacerlo al final o en el lateral de esta página.  Gracias por leerme.

7 comentarios sobre “Viajando por el camino inca a Machu Picchu

  1. Que espectáculo ver Phuyupatamarka, que bonito y dime ahora cuanto pagarían muchos por escapar y darse un paseito por la ruta inca. Espectaculares fotos y ganas de que la pachamama escuche nuestras plegarias y acabe este tormento que estamos viviendo. Bss con mascarilla desde el trabajo

    1. Yo creo que nos iríamos ahora mismo a cualquier sitio aunque fuese Villaverde. Ojalá este año pueda coger la mochila de nuevo. Un beso y feliz semana.

  2. Que post tan bonito, que sitios tan espléndidos.
    Siempre he dicho, en todo tipo de ascensiones a todas las alturas del mundo que los que tienen mérito real son los porteadores. Es cierto que ellos ya están acostumbrados a esas altitudes pero………….tela marinera.
    Una experiencia maravillosa contada con mucho garbo, como es habitual en el microbiólogo. 🙂
    ¡Salud !!!, que es lo mejor que puedo desear en el día de hoy, además de ánimo.

    1. Muchas gracias, me encanta que te encante. Lo mismo te deseo, salud y que estos tiempos difíciles que nos han tocado vivir terminen pronto. Un beso.

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