Acra. Ghana. Noviembre 2014.
Una de los asuntos que nos preocupan mucho cuando viajamos es el tema de la salud. Siempre nos preguntamos que vacunas nos tenemos que poner o que nos tenemos que tomar. Normalmente cuando viajas a los trópicos y especialmente a países en vías de desarrollo tienes que estar pendiente de más cosas.
Hace unos años tuve la suerte de ir a trabajar un mes a Ghana por un brote de cólera que afectó a muchas personas. El asunto es que casi me tuve que ir para allí de un día para otro. Recuerdo que los preparativos durante los días antes de mi partida fueron frenéticos. Tuve que ir a la embajada de Ghana en Madrid a conseguir el pasaporte de urgencia. Llegué a primera hora de la mañana y estuve esperando 3 horas mientras mi pasaporte pasaba de un despacho a otro. No parecía que tuviesen mucho trabajo pero tampoco se lo tomaban con mucha prisa. Atacadito me tenían. Al final lo que sí que tuve que hacer es pagarlo bien caro porque era “urgente”.

Luego había pedido cita en el centro de vacunación internacional porque es necesario estar vacunado de fiebre amarilla para entrar en Ghana. Cuando fui allí, aunque ya tenía varias de las vacunas necesarias me endiñaron la de la fiebre amarilla, polio, meningitis, cólera y fiebre tifoidea. Sólo me faltó hacerme una prueba de embarazo. La verdad es que con tanta inyección me dejaron como un alfiletero, menos mal que las dos últimas vacunas eran orales. No me pude poner la de la rabia porque son tres dosis y no tenía tiempo, pero al final quizá hubiese sido la que más falta me hubiese hecho. El campus universitario de Kumasi estaba lleno de perros callejeros bastante agresivos y lo de ir por la calle de noche allí daba más miedo que un nublado.
Hacer el equipaje fue también toda una odisea, más de la mitad de la mochila era material de laboratorio, a parte del botiquín en el que no faltaban las pastillas para la diarrea y la profilaxis de la malaria. No lo hice del todo mal porque aún me quedó sitio para meter algo de ropa y el traje de cocktail.

Finalmente llegó el día del viaje y estaba con algunas décimas de fiebre, posiblemente por la vacuna atenuada de la fiebre amarilla. Además llevaba cinco días vacunado y necesitas estar vacunado un mínimo de 10 antes de viajar al país. Así que como no podía ser de otra forma, pasar la aduana en Acra estuvo lleno de emoción. En aquella época el brote de ébola estaba en pleno apogeo en el Oeste de África y en el aeropuerto tenían escáneres de temperatura en la cola de la aduana. No sabía si no me dejarían entrar en el país por la fiebre, estar a medio vacunar, el laboratorio que llevaba escondido en la mochila o mis camisas de flores.

Al final pasé todos los controles aunque pasé un rato de bastante angustia. Yo creo que los escáneres estaban de adorno aunque posiblemente no tenía suficiente fiebre para que la hubiesen detectado. La cartilla de vacunación no me la miraron y a la mochila no le hicieron ni caso. Lo que sí fue de traca es que a todos nos tomaban las huellas digitales en un dispositivo electrónico y ahí no limpiaba nadie nada. Mucha alta tecnología, pero si hubiese pasado uno con ébola y hubiera puesto el dedo ahí, nos infectamos todos.

En resumen aunque termines con más banderillas que un toro Miura hay que acercarse siempre al centro de vacunación internacional para ver que te hace falta.
Ja ja ja ja ja. Me encanta!!!!!. Enhorabuena por el blog. Deseando ver algo así desde hace años. Tienes material para rato.
Bss
Muchas gracias Marta. Me hace ilusión que te guste y me da animos para seguir escribiendo. Voy a intentar subir una historia por semana. A ver hasta donde llego. Un beso.