Cusco. Perú. Octubre 2018.

En Abril de 2018 estaba en España durante uno de mis descansos de la misión con Médicos Sin fronteras en Uzbekistán, cuando comencé a fraguar este viaje aventura por Sudamérica y la Polinesia. Estaba en la cama, pensando en lo bonito que sería planear un viaje haciendo todo lo que siempre quise hacer y nunca pude. Entre las cosas de mi lista de sueños pendientes estaba hacer la Ruta Inca. Esta ruta de senderismo recorre los ancianos caminos del imperio inca durante cuatro días hasta llegar a Machu Pichu y está considerada una de las experiencias de senderismo más espectaculares del mundo.

Empecé a brujulear en internet con mi móvil y vi que en las diferentes agencias existía una lista de espera de seis meses para contratar esta excursión. El número de personas que pueden recorrer esta ruta es limitado y la demanda es muy alta. Veía con frustración que la fecha disponible más temprana era finales de Octubre. En esta época empieza el periodo de transición antes de la época de lluvias y pude que no fuese la época más óptima para hacer esta ruta.

En ese momento pensé que si este año quería cumplir con uno de mis deseos tenía que reservarlo ya, no podía esperar más. En un arrebato aventurero me levanté de la cama, cogí mi tarjeta de crédito e hice la reserva. Ya de regreso en Uzbekistán, empecé a montar el viaje y compré los billetes de avión. Durante los tres meses restantes que estuve trabajando en Uzbekistán, para sobrellevar el estrés y las frustraciones, soñaba despierto con esos caminos empedrados que cruzaban los Andes hasta llegar a la ciudad perdida de los incas.

Seis meses después de ese impulso viajero me encontraba en Cusco, la capital del imperio Inca, para cumplir con mi sueño. Esta ciudad se encuentra a 3326 metros sobre el nivel del mar y los turistas suelen sufrir el mal de altura. Uno de los dichos de la ciudad es que el primer día que estés en Cusco debes comer poquito, caminar despacito y dormir solito. Así que haciendo caso a estos tres consejos, dejé las caminatas y las orgías gastronómicas y sexuales para más adelante.

En mi primera noche en Cusco noté en la cama que me faltaba el aire y me levanté con un poco de dolor de cabeza. Dos semanas antes había estado a 4500 metros de altura en la Cordillera Blanca (ver entrada anterior), pero tras pasar por Cachapoyas y Cajamarca con una altura por debajo de los 3000, parece que había perdido mi adaptación. Aquella mañana baje a desayunar en el precioso patio del Hotel Suecia 2 donde me alojaba (Ver sitio web) y para entonarme me metí un mate de coca que es el conocido remedio andino para el mal de altura. Me sentó muy bien.

La empresa Peru Trecks (ver sitio web), con la que contraté la excursión, pedía que dos días antes de empezar la aventura estuvieras en Cusco para que te aclimataras a la altura y completases el pago de la mitad pendiente de la ruta en persona. Así que después de desayunar me dirigí a sus oficinas para avisar que estaba allí y soltar la pasta. Mi mayor preocupación era el tiempo, porque amenazaba lluvia y en la Cordillera Blanca ya había padecido las inclemencias de los meteoros (ver entrada anterior). Obviamente me dieron la contestación ambigua de siempre, de que en las montañas cambia mucho el clima y no se puede predecir. En fin, estaba de nuevo en manos de la diosa Pachamama.

Todavía tenía dos días para disfrutar de Cusco y aclimatarme. Saqué la Lonely Planet y me planteé seguir el circuito urbano que sugerían para hacerme una idea de la ciudad. Empecé en la magnífica Plaza de Armas, presidida por La Catedral y la Iglesia de la Compañía de Jesús, ambas de gran belleza. En el centro, presidiendo la plaza de Armas, se puede ver una fuente con una estatua dorada imponente de un inca. Los soportales y los tejados con las tejas rojas de los edificios colindantes, me recordaban a un pequeño pueblecito de España.

Tras deambular entre bonitos edificios coloniales, llegué al mercado de San Pedro. Siempre me encanta visitar los mercados. Cuando paseé por los puestos de frutas se me fueron los ojos y le pedí a la dependiente un zumo de papaya, mango y maracuyá. Todavía estaba en fase de aprenderme los nombres de las extrañas frutas que se consumen en Perú y no quería arriesgarme mucho. De todas formas, mi elección fue muy acertada, supersabrosa y barata. Todo por unos 6 soles (1,5 euros) y cuando me lo tomé, todavía la señora me volvió a rellenar el vaso. Así si, que se pueden tomar 5 piezas de fruta al día sin problemas.

En el mercado me llamó la atención la enorme variedad de tipos de maíz que tienen, aparentemente más de 52 tipos diferentes. Aproveche mi visita y me compré una bolsita de hojas de coca. En la Cordillera Blanca las había mascado para evitar el mal de altura y me fueron estupendamente, así que quería ir preparado para lo que se me venía encima en los próximos días.

Después de salir del mercado se abrieron los cielos y cayó una lluvia intensa que por un momento nubló mi estado de ánimo. Afortunadamente paró en seguida y el resto de la tarde la diosa Pachamama tuvo a bien concederme una tregua.

Del mercado regresé a la plaza de armas pasando por la calle Loreto, que está flanqueada por los muros de dos templos incas. En ellas se puede apreciar la precisión con la que piedras pulidas fueron colocadas, más aun teniendo en cuenta la ausencia de cualquier tipo de cemento para unirlas. Además, los muros poseen un diseño trapezoidal inclinándose hacia el interior del edifico. Los arquitectos incas los construyeron así para soportar los frecuentes seísmos que suceden en Perú y gracias a este diseño los muros han podido mantenerse en pie desde el siglo XV.

Al girar en la calle Triunfo se puede seguir disfrutando de ese maravilloso rompecabezas de piedras perfectamente encajadas, hasta llegar al sumo de la perfección en la Piedra de Doce Ángulos. Ante tal perfección no es de extrañar que enseguida haya quien mencione a los alienígenas como responsables de este portento prodigioso. A mí no me queda muy claro porque unos extraterrestres haciendo turismo por los Andes habrían decidido enseñar a pulir piedras a los incas en el siglo XV. Yo como alienígena quizá les hubiese enseñado alguna cosa más práctica, como algún avance médico relevante. Será degeneración profesional, que no hago más que pensar en bacterias y virus.

El resto de la ruta por Cusco continuaba por las empinadas calles del bohemio barrio de San Blas. Tenía mis dudas de seguir por el mal de altura, pero como me encontraba bien llegué hasta el final. El barrio de San Blas era precioso, lleno de tiendas de recuerdos, restaurantes, bares y calles empedradas con mucho encanto. Me habían dicho que el barrio puede ser peligroso cuando anochece y por eso iba con un poco de cautela. Tenía miedo de perderme, pero al final no hay más que seguir la hilera de los turistas que van en apnea cuesta arriba. Lo cierto es que durante mi estancia en Cusco, estuve muchas veces en este barrio, que se convirtió en mi favorito, y nunca tuve ningún problema.

No quise hace más esfuerzos y regresé a mi hotel a descansar. Después de echar una cabezadita salí a cenar y ver la plaza de armas de noche. Merece muchísimo verla con la iluminación nocturna, es mágica. Pasear por la plaza puede convertirse en un suplicio porque están todo el rato intentando convencerte para que te des un masaje, pero si después de la centésima novena vez, eres capaz de abstraerte es un sitio maravilloso y lleno de vida.

Aquella noche además estaban de celebraciones por el patrón de Cusco, el “Señor de los Temblores”. Se llama así, porque salvó a la ciudad durante uno de los grandes seísmos que azotaron Cusco. Durante el terremoto, el cristo se sacó a la plaza poniendo fin a los movimientos sísmicos y las réplicas posteriores. Después de leer esta historia, ya puedo afirmar sin duda a equivocarme, que efectivamente existe un santo para todo.

Esta no es la única hazaña que se le atribuye a este Cristo. Cuando se trajo desde España, en el viaje hubo una gran tormenta. El capitán decidió sacar el cristo a cubierta y atarlo al trinquete, salvando a la tripulación y el barco de terminar hundidos. Por eso también se le conoce como el “Señor de las Tormentas”. Ya en Cusco, parece que también libró a la ciudad de la peste. Por este milagro yo le hubiese puesto el “Señor de los antibióticos”, pero creo que este mote no cuajó.

En honor del parón esa noche estaban quemando unos castillos de fuegos artificiales en las escalinatas de la catedral. Nos habíamos congregado cientos de personas para ver el espectáculo pirotécnico. Estamos extasiados con las luces y los cohetes, cuando una de las torres en plena ignición se derrumbó hacia donde estábamos. Hubo un momento de pánico, pero finalmente no pasó nada y nadie resultó herido. Quizá no crea en los extraterrestres, pero creo que aquella noche el “Señor de la Pirotecnia / Tormentas / Antibióticos / Temblores” veló por todos nosotros.

Si os ha gustado esta historia y queréis seguir leyendo más aventuras de mis viajes por esos mundos de dios, suscribiros al blog del Microbiólogo Viajero. Podéis hacerlo al final o en el lateral de esta página. Gracias por leerme.

Hola Horacio!! como siempre es un placer embarcarse en tus relatos y viajar con la imaginación.
Perú es uno de mis destinos elegidos para viajar antes de hacerme viejecita.
Recibe un abrazote.
Muchas gracias Celia por leerme. Pues te aconsejo que vayas ahorrando y te vayas para alli porque es una pasada. Yo volví enamorado de ese país.
Horacio¡¡ sigo son poder ver en el móvil tus entradas nuevas, menos mal que el correo siempre me chiva que has publicado Pero hasta que no he tenido ordenador imposible¡¡ He alucinado con la caída de la torre de fuegos artificiales, la sucesión de fotos da un poco de pavor, recuerdo que cuando estuve en el periódico había noticias diarias sobre niños que habían tenido accidentes con unos petardos que se llamaban la rata blanca, veo que el tema de seguridad poco ha cambiado ¡¡¡ Ya me has dejado ansiosa de saber que pasó en tu ruta inca, seis meses de espera¡¡ madre mía ni que fueran los cupos para peregrinar a la Meca, que barbaridad, cuándo yo fui no había ni listas, ni esperas, vaya como cambia todo. Como siempre me ha encantado tu entradaQue pases muy buena semana Muchos besos
Hola Bea!!, Jo me dejas preocupado con eso de que no me ves en el movil. Vamo a tener que quedar. Los próximos fines de semana ando liado, pero lo tenemos pendiente. Lo del accidente pirotécnico ahora me río, pero en el momento me dio mucho miedito. No sabía esa faceta que tenías de periodista, me la tienes que contar, eres una caja de sorpresas. Pues si, 6 meses de espera y es que hay muchas restricciones para protejer el camino inca. Es como Machu Pichu que cada vez ponen más restriccions porque esta siendo víctima de su fama. Lo cierto es que hay rutas alternativas que no necesitas esperar ese tiempo, pero la única que vas por los caminos que usaban los incas es ésta. Ya os lo iré contando en las próximas entradas porque no tuvo desperdicio. Muchas gracias por comentar, que me hace mucha ilusión. Un beso y pasa una feliz semana.
No sé si será la app de wordpress, me pierdo en esta incógnita informática. Vaya con lo de las reservas del camino Inca. Por lo menos si lo restringen no se convertirá en una procesión de Semana Santa. Deseando ya leer los nuevos capítulos
Pues si, casi como misa de doce. La fama mata a los sitios. Hay que tirarse al turismo sostenible..