Sangalle, el oasis del cañón del Colca

Sangalle, el oasis del cañón del Colca, es uno de los muchos atractivos de esta región del sur de Perú. Esta población es un pequeño vergel dentro del cañón del Colca, con vegetación densa, resorts rurales y piscinas de aguas cristalinas. Después de andar por los polvorientos caminos del cañón del Colca, llegar a este paraíso terrenal te hará olvidar los dolores de piernas, la sed y la profusa traspiración porcina acumulada durante todo el día.

En Sangalle es posible hacer una parada de unas horas para tomar un refrigerio y ponerse a remojo en alguna de sus piscinas, pero también se puede pasar una noche y relajarse en este lugar tan singular para continuar con la ruta de senderismo por el cañón del Colca al día siguiente descansado y fresco.

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Los tortuosos caminos del cañón del Colca.

Amacece en Tapay

Por esos avatares de la vida había terminado embarcado, yo sólo y sin guía, en una ruta de senderismo por el cañón del Colca. El día anterior había sido muy intenso con una caminata rompepiernas por los caminos del cañón, en el que el calor y el gran desnivel había puesto a prueba mis dotes de senderista aficionado (ver entrada anterior).

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Encontrarte con una cruz nada más comenzar a andar es siempre un buen presagio.

Había hecho noche en Tapay, un bonito pueblo del Cañón del Colca. Aquella mañana me desperté muy temprano y me deshice de la pesada manta que casi me había hecho pasar la noche sin poder respirar. Por el día el calor se acumula en el cañón, pero por la noche la temperatura desciende bastante y la verdad es que se agradece un buen abrigo nocturno. La dueña del albergue me esperaba con el desayuno en la mesa.  Tras cargar energías y despedirme de los cuys que dormitaban en sus jaulas, emprendí mi segundo día de ruta.

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Los cuys son tan adorables que es casi imposible comertelos.

La trasformación del cañón del Colca

La primera parte de la ruta consistía en un descenso sencillo por un camino que serpenteaba por la colina y cruzaba un pequeño puente. Pasado éste, el sendero enlazaba con una carretera de tierra que comunica las pequeñas poblaciones de Cosñinhua y Malata. Este tramo del camino era completamente llano. Lo más llamativo de esta parte del trayecto era una bonita iglesia encalada, muy sencilla, pero muy bella.

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Siempre hay una inglesia, aún en los sitios alejados de la mano de dios.

Actualmente estas carreteras de tierra de reciente construcción facilitan la comunicación de los habitantes del cañón del Colca con el exterior. Las carreteras suponen una importante mejora de la calidad de vida para los habitantes de estos pueblecitos singulares. Sin embargo, para mí como viajero, uno de los encantos de este lugar es su inaccesibilidad que lo proteje de la llegada del turismo masivo y lo hace más auténtico. Al final, quizá lo ideal sería intentar encontrar un equilibrio.

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Vas al médico y te cortan el pelo gratis, que más se puede pedir.

Descenso hacia Sangalle

Tras cruzar Malata, el camino alcanza un mirador con unas estupendas vistas de todo el cañón del Colca. Desde él se ve una multitud de terrazas que los lugareños de los pueblos cercanos utilizan para sus cultivos. Es increíble que los incas ya inventaron este sistema de cultivo siglos atrás y en la actualidad se sigue utilizando la misma estrategia. Por muy árido que sea el terreno, no deja de sorprender el poder que tienen el agua para crear vida allá por donde pasa.

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Zonas de cultivo de los pueblecitos del cañón del Colca.
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Pueblo de Malata.

Tras cruzar una pequeña meseta con terrazas de cultivo abandonadas, se llega a un nuevo mirador desde el que se ve el maravilloso Sangalle, el oasis del cañón del Colca.  Un vergel en el fondo del valle que se alcanza tras descender una tremenda pendiente por un camino en zigzag. Después de infinitos giros del camino llegué al fondo del cañón, donde me encontré de nuevo con el río Colca. Tras cruzar el puente, yo y mis polvorientas botas entramos en la población de Sangalle.

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Microbiólogo beduino en busca de un oasis.

Nunca he cruzado un desierto y llegado a un oasis, pero me puedo imaginar lo que debe de sentir un beduino o un tuareg, cuando alcanzan uno de ellos tras varios días de anodina travesía por el desierto.

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Vista de Sangalele en el fondo del cañón del Colca.

El descanso del mochilero

Una vez dentro de Sangalle, el oasis del cañón del Colca, la vista de sus piscinas de aguas azuladas atrajo enseguida mi atención. Sin más dilación me dirigí hacia el hostal Oasis Paraíso Ecologde, cuya piscina me pareció la más refrescante. Hablé con el encargado para ver si podía disfrutar de las instalaciones por unas horas y planté mi mochila en una mesita del jardín al lado de la piscina.

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Refrescarse aquí es un placer.

Para poder volver a la vida me fui a la cantina y me pedí una cerveza bien fresquita.  Me la tomé a la sombra mientras mi temperatura corporal regresaba a su ser. Entré en un trance mántrico pensando si la temperatura del agua sería la correcta para producir la sensación placentera adecuada y me quitase todos los males de la caminata por el cañón del Colca.  Acto seguido, me puse el bañador y me hice unos refrescantes largos en la piscina.

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Embajador de la cerveza Arequipa.

En Sangalle, el oasis de Cañón del Colca, es un lugar en el que se puede disfrutar de la paz y belleza del cañón, pero al igual que le sucedió a cenicienta esta experiencia tenía las horas contadas. Todavía me quedaba toda la subida hasta Cabanaconde en una empinada ascensión. Desde Sangalle aconsejan que no se empiece nunca el camino de ascenso más tarde de las 2 de la tarde, para poder llegar arriba sin problemas. Así que, aunque me tentaron para que almorzara en un sitio tan paradisiaco, fui prudente y emprendí el escabroso ascenso desde los infiernos hasta Cabanaconde.

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Microbiólogo a remojo.

Subida hacia Cabanaconde

Cabanaconde se encuentra 1000 metros por encima de Sangalle por un camino polvoriento y zigzagueante que sube por un cortado del Cañón del Colca. Después de 30 minutos de ascenso las cristalinas y refrescantes aguas de las piscinas del oasis de Sangalle parecían un sueño del pasado. Agradecí enormemente no haberme metido una comida copiosa, porque sin duda hubiese significado mi muerte segura.

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Microbiólogo sufriendo lo que no está en los escritos por los caminos del cañón del Colca.

En el ascenso me cruce con varios lugareños que utilizaban mulas y caballos para el trasporte de mercancías y personas. En San Juan de Cuccho la dueña del albergue me había dicho que ni se me ocurriese utilizar este transporte porque todos los años hay algún accidente con los turistas y algunos no lo cuentan.

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Línea 1 de transporte urbano en el cañón del Colca.

Durante el ascenso consultaba la aplicación de MapsMe con mucha frecuencia, no porque no encontraba el camino sino para ver cuánto me quedaba para llegar arriba. El camino no tenía pérdida y la periódica presencia de cagarrutas de mula fresca confirmaba que iba por el buen camino. A ratos me sentía como la Dorothy del mago de Oz siguiendo un camino de ladrillos amarillos, pero en versión escatológica.

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«Señalizaciones» inequívocas de que el camino es el correcto.

Aunque paré más veces que un tren de cercanías, me quedé sin resuello varias veces y algunas partes del camino tenía la sensación de que las hice en apnea, llegué a la cima de la ladera del cañón tras unas 3 horas y media de caminata. Me quedé sentando en el Mirador de Cejana ensimismado viendo el paisaje durante un buen rato. Las vistas desde el cañón eran magníficas, más si tenemos en cuenta todo el esfuerzo realizado.

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Panorámica del cañón del Colca.

La actividad volcánica del cañón del Colca

Tras descansar y recuperar fuerzas completé la última parte del camino que llevaba desde el mirador a Cabanaconde. Era un sendero completamente llano y sin dificultades que discurría entre terrazas de cultivo. Me llamó la atención un penacho de humo que se divisaba al fondo entre las montañas, más tarde me dijeron que procedía del volcán Sabancaya. Éste es uno de los muchos volcanes de la región que se encuentra activo desde 2016.

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Tramo final del camino a Cabanaconde.
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Efluvios del volcán Sabancaya

Toda la región posee una importante actividad volcánica y sísmica. Durante el ascenso por el Cañón del Colca se puede ver multitud de columnas prismáticas de basalto que son reflejo de su pasado volcánico. Sin más dilación, llegué al hostal Pachamama donde di con mis huesos en el patio bebiendo una merecida cerveza.

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Pila de columnas de basalto en el cañón del Colca.

A mitad de la cerveza, se escuchó un ruido secó parecido a un trueno acompañado de una enorme sacudida, que zarandeó el hostal y no duro más de dos segundos. Todos los que estaban en las habitaciones salieron al patio asustados. Tras tranquilizarnos, nos dijeron que había sido un pequeño terremoto. No hubo nadie mal herido, ni ningún desperfecto, sólo un susto morrocotudo. Si me llega a pasar en mitad de la subida desde Sangalle, con toda seguridad hubiese colaborado con las mulas a «señalizar» el camino de ascenso del cañón del Colca.

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Zonas de cultivo del cañón del Colca.

Puedo decir sin duda alguna que mi ruta de senderismo por el cañón del Colca fue de lo más completa.

Cabanaconde. Perú. Noviembre 2018.

Si os ha gustado esta historia y queréis seguir leyendo más aventuras de mis viajes por esos mundos de dios, suscribiros al blog del Microbiólogo Viajero.  Podéis hacerlo al final o en el lateral de esta página.  Gracias por leerme.

13 comentarios sobre “Sangalle, el oasis del cañón del Colca

  1. Ostras!! Menudos cuestones, como para no parar más que un tren de cercanías. Menos mal que paraste en el hotel con esa piscina, menuda buena pinta tenía!! No sabía que esa zona tenía volcanes…lo de los terremotos, Buff menos mal que no te pilló en ruta, porque efectivamente era para haber abonado el sendero. Cuanto tardaste en hacer el recorrido? Pq la ruta tiene una pinta de revienta rodillas impresionante . Pasa muy buena semana

    1. Desde Tapay hasta Sangalle fueron como unas tres horas, pero fue un paseo porque era llano o cuesta bajo. Lo chungo fue después de descansar en el Oasis que había una desnivel de 1000 metros y tardé tres hora y media en la subida, con toda la caloracha. Eso sí, el paisaje era espectacular. Me hubiese quedado en la piscina todo el día a remojo, pero no se puede tener todo Bueno, lo del terremoto fue ya la guinda, en mi viaje de tres meses por Sudamérica me pasó de todo, me faltó ver un OVNI que ya me hubiese gustado. De todas formas, he de decirte que no fue el único terremoto que tuve y no hago «más spoiler», jejeje. Un beso, feliz semana y gracias por comentar siempre.

  2. Ains… comerse un cuy de esos… con lo lindo que está enseñando la comida y las vistas esta zona de Perú nos encanta aunque hay que echarle para dar esos paseitos que te metiste cuesta arriba y cuesta abajo ‍♂️ y aun por encima… que te hagan caer en la trampa y que ya no des vuelto a nosotros nos pasaba fijo

      1. Pues no sé, lo de los emoticonos. Normalmente si que os los veo. A lo mejor tengo algo raro en el blog. En cualquier caso gracias por leerme.

    1. Bueno vosotros y yo caeríamos en la trampa. Al final siempre intentan engañar a los turistas. Andando despacito se puede llegar a cualquier sitio, como el camino de Santiago. En el cañón a parte del senderismo se puede ver a los cóndores que os encantarían. Ese es mi siguiente post. Un beso y feliz semana

  3. Ostrass¡¡ Menudos cuestones, como para no parar más que un tren de cercanías¡¡. Eso si el rinconcito piscinero que encontraste en mitad del camino tenía pero que muy buena pinta. Lo del terremoto, virgen no sabía que esa zona era tan volcánica¡¡ no quiero imaginar si sucede cuando estabas subiendo, abono seguro jajaja. Cuanto tardaste en hacer todo el recorrido? porque menuda orografía¡¡ el sitio como el anterior me ha parecido espectacular. Espero que esta vez salga mi comentario, veo que no soy la única con problemas informáticos Pasa muy buena semana

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