La Reserva Natural de Pacaya Samiria

La Reserva Natural de Pacaya Samiria se encuentra situada en el departamento de Loreto al suroeste de Iquitos.  Esta vasta extensión de selva amazónica  comprende 2 millones de kilómetros cuadrados y es la mayor reserva natural de Perú. Existen diferentes accesos al parque, siendo quizá el que se encuentra en la población de Lagunas el más adecuado y el que recomienda la Lonely Planet. Sin embargo, por conveniencia y por disponibilidad de tiempo decidí volar a Iquitos, la antigua capital del caucho en la Amazonía. Desde ahí y tras ser acosado sin piedad por hordas de vendedores de excursiones (ver entrada anterior), contraté una visita de 4 días a la Reserva Natural de Pacaya Samiria.

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Toni, nuesro guía en Pacaya Samiria

Por la mañana el guía pasó a recogerme al Hostal el Colibrí (ver sitio web), donde me alojaba. Había dormido regular por el atracón de pollo de la cena anterior, el calor húmedo de la Amazonía y los nervios por la aventura que me esperaba en la selva. Una excursión de cuatro días para disfrutar de la flora y fauna de la Amazonía peruana.

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Embarcadero en el río Marañón.

Nauta, un embarcadero en el Amazonas

Desde Iquitos viajé por carretera con el resto de mis compañeros de aventura hasta Nauta. Tras algo más de 100 km y hora y media de viaje, llegamos a esta ciudad portuaria a orillas del río Marañón. Esta ciudad es un importante puerto de embarque de la región y tiene un ambiente mercantil muy peculiar.

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El transporte fluvial es el rey en la Reserva Natural de Pacaya Samiria.

No esperéis ver marineros tatuados por el malecón, pero si un gran trajín de personas, miles de mototaxis y un animado mercado callejero. En Nauta nos esperaba la barca que nos adentraría dentro de la Reserva Natural de Pacaya Samiria.

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Explorando el malecón de Nauta.

Nuestro guía nos llevó hasta el embarcadero y ahí dejamos nuestras mochilas para que las subiesen a la barca. Mientras cargaban todo el material para la excursión, nos fuimos a un bar cercano para comer algo.

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Nuestra barca no muy espaciosa.

No habíamos desayunado todavía, pero este sitio no se caracterizaba por servir desayunos continentales, ni tener una amplia carta de platos de alta cocina amazónica, tal como sospechaba después de ver el mobiliario de plástico de jardín que tenían dentro del bar. Me pedí un pescado de río frito con arroz de acompañamiento y estaba bastante bueno.

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Malecón de Nauta.

De vuelta al embarcadero todavía nos tocó esperar un rato antes de emprender nuestra travesía y tuvimos tiempo de explorar un poco. Nos daba un poco de miedo alejarnos sin la supervisión de nuestro guía, pero la curiosidad era mayor.  En el paseo al lado del río había talleres mecánicos, tiendas, puestos de bananas y toda la gente nos miraba con gran curiosidad. La calle estaba sin asfaltar y había que ir esquivando los mototaxis. Desde luego un sitio de lo más auténtico y un poco intimidante.

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Si no eres supersticioso este es tu sitio para comprar platanos macho.

Surcando el río Marañón

El río Marañón es uno de los afluentes del  Amazonas, aunque nadie lo diría por el tamaño tan descomunal que tiene. El río tiene un color chocolate poco atractivo y esta surcado por multitud de barcas que van de un sitio a otro. Nuestra barca se movía con un pequeño motor fueraborda a gasolina. En el techo tenía una conveniente tejavana de metal y hojas de palmeras para protegernos del sol de justicia, pero también de la lluvia que cae con frecuencia y en grandes cantidades en la Reserva Nacional de Pacaya Samiria.

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Navegando por el río Marañón.

En la Reserva Natural de Pacaya Samiria no existen carreteras y la única forma para llegar y poder desplazarse por ella es viajar por sus ríos. Nuestra barca iba cargada hasta arriba con las mochilas y las vituallas para la excursión.  En total viajábamos  8 personas: 5 turistas, la cocinera, el conductor de la barca y nuestro guía. Todo el peso de la embarcación tenía que ir perfectamente balanceado y teníamos que tener cuidado si cambiábamos de posición dentro de la barca para no desequilibrarla.

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Soportando el tedio del río.

El paisaje era bonito con la selva a los lados del río y de vez en cuando alguna casa en la orilla. Sin embargo después de dos horas en la barca, teníamos el culo plano. El calor y el ruido del motor estaban haciendo el viaje pesado.  Las posibilidades de moverse dentro de la barca también eran escasas y cada uno buscó la posición más cómoda. De repente, giramos a la izquierda y nos adentramos en un río más estrecho y tranquilo. Al poco rato, llegamos a la entrada de la Reserva Nacional de Pacaya Samiria, nos bajamos de la barca y fuimos a registrarnos en la recepción del parque.

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Embarcadero de Pacaya Samiria

La comunidad 20 de enero

Después del agradable estiramiento de piernas, regresamos a la barca y subimos río arriba hasta la pequeña comunidad  “20 de enero”. Aquí hicimos una nueva parada para comer. El curioso nombre de la comunidad corresponde al día que se fundó y el uso de estos nombres es algo frecuente en todas las comunidades de la Reserva Natural de Pacaya Samiria.

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La comunidad 20 de enero.

Mientras preparaban la comida, dimos un paseo por el poblado. Las casas estaban construidas alrededor de una plaza central con césped donde había un campo de fútbol. Es curioso ver que este deporte tiene aficionados hasta en la mitad de la selva.

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Apartamento-resort para oropéndolas.

Nos acercamos a uno de los extremos de la comunidad y en los árboles vimos un montón de nidos colgantes de oropéndolas. Estos pájaros tejen fibras vegetales para crear estos nidos tan peculiares, todo un trabajo de diseño amazónico. Luego nuestro guía nos mostró en el suelo las famosas hormigas corta hojas y como si de un reportaje de National Geographic fuese, ahí estaban las obreras en plena faena. Según nos contó nuestro guía en una noche se pueden fulminar un árbol entero.

El baño amazónico

Todavía nos quedaba mucho camino hasta la comunidad donde íbamos a dormir. Así que nos pusimos nuevamente en marcha.  En uno de los recodos del río nuestro guía decidió hacer una nueva parada. Esta zona se llamaba Japón. Es curioso pero las diferentes zonas del río las llaman con nombres de países. Así que no es raro que en un día te vayas de Japón a Dinamarca sin casi despeinarte.  Nos quedamos en silencio y de repente vimos asomar el lomo de un delfín, al cabo del raro vimos otro. En el Amazonas existen dos especies de delfines, el de color gris y el rosa.

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Las orillas de Pacaya Samiria.

El guía nos dijo si queríamos bañaros aquí con los delfines. Toda mi vida de microbiólogo diciendo que lo más peligroso de viajar a las zonas tropicales es meterse en aguas dulces, no sólo por los peligros macroscópicos tipo caimanes, pirañas, anacondas y otros depredadores varios, sino por los microscópicos. En fin, dado que el guía nos aseguró que no había depredadores de peligro en la zona y llevaba en mi mochila una caja de antibióticos, decidí meterme en el agua. Cuantas oportunidades tienes en la vida de nadar en la Amazonía.

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Microbiólogo incosciente remojándose en los trópicos.

El agua tenía una temperatura muy agradable y era un sitio chulo para dar unas brazadas. Eso sí, no sé si fue por mi bañador de diseño o porque yo no era ni de color gris o rosa, pero no se me acercó ningún delfín. Posiblemente en cuanto que me metí en el agua, los delfines decidieron dejar Japón. No me quedé mucho tiempo a remojo porque no quería tentar a la suerte. En cualquier caso no sufrí ningún efecto colateral, excepto que mi bañador salió todo teñido de color pardo. Un drama..

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Navegando por los ríos de Pacaya Samiria.

Un paseo fluvial vespertino

Después del chapuzón continuamos río arriba por la Reserva Natural de Pacaya Samiria. El agua del río se había vuelto de un color negro impenetrable. La descomposición de las hojas que caen al río desprende sustancias que tiñen el agua de ese color. El río se había estrechado y formaba unos pasillos entre la vegetación. El agua discurría de forma muy lenta y formaba un espejo perfecto que reflejaba la vegetación y el cielo, mientras seguíamos adentrándonos en la selva. El efecto era espectacular.

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Zona del río con aguas marrones.

Todos íbamos en silencio disfrutando del río acompañados únicamente por el monótono ruido del motor de la barca. Poco a poco se fue oscureciendo y el río se quedó completamente a oscuras. La última parte del trayecto tuvimos que hacerla con la ayuda de una linterna, para no terminar estampados contra alguna roca.

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Navegando río arriba.

El momento bucólico del atardecer había terminado y pasamos a la fase de ansiedad por llegar a destino. El ruido del motor y la falta de sensibilidad en el trasero, tras tantas horas de viaje, son suficientes para romper cualquier momento mágico.

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Atardecer en el río.

La selva por la noche

Por fin llegamos a la comunidad. Perdonar, pero olvidé la fecha de su fundación. Descargamos nuestras mochilas y los cinco turistas nos instalamos en la cabaña básica que teníamos asignada. Después de cenar, hicimos una pequeña incursión nocturna en las proximidades de la comunidad. Yo estaba todo emocionado y también algo nervioso por lo que pudiéramos encontrar. 

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Todo el mundo sabe que lo mejor para el reuma son los sapos, al menos en la Amazonía lo saben.

Estuvimos algo menos de una hora, pero no nos encontramos ningún bicho, excepto de un par de sapos enormes que aparentemente, según nuestro guía, son estupendos para curar los problemas de artritis. En fin, yo esperaba tarántulas, monos, murciélagos, serpientes ( y eso que me dan pánico) pero na, de na..

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El descanso del microbiólogo amazónico.

Nos fuimos para la cama porque el día siguiente teníamos un día muy largo. Mi habitación hecha con cuatro tablones tenía un colchón de gomaespuma dentro de una mosquitera con una bonita cortina de flores setentera. Desde luego no era el Hilton, pero que placer sentirse estirado sobre algo blando después de 8 horas de barca. Con todo, que maravilla todo los que habíamos visto y poder dormir en mitad de la Reserva Natural de Pacaya Samiria. Me rocié de Relec, repelente de mosquitos por antonomasia, y tres segundos después me quede frito.

Pacaya Samiria. Perú. Noviembre 2018.

Si os ha gustado esta historia y queréis seguir leyendo más aventuras de mis viajes por esos mundos de dios, suscribiros al blog del Microbiólogo Viajero.  Podéis hacerlo al final o en el lateral de esta página.  Gracias por leerme

10 comentarios sobre “La Reserva Natural de Pacaya Samiria

  1. Vaya tela que par de h…de acero para meterte en el agua después del imaginario que tenemos en occidente con el bombardeo de pelis de pirañas en el Amazonas bufff!!
    Lo de los delfines rosas son como el mito de las sirenas, parece que los hay pero nunca son vistos, cada vez que he ido a un sitio en el que se suponía que había nunca los he visto. No sabía lo de los sapos, de ser verdad habría que idolatrar los. Jo esperaba q hubieras visto más bichos!!! Así que seguro que en el siguiente capítulo nos desvelas más sorpresas. Así que deseando que nos cuentes tu siguiente aventura buen domingo y ánimo que el sábado casi somos libres bss

    1. Pues la inconsciencia del turista que hacemos cosas que en condiciones normales no haríamos ni hartos de grifa.. el guía nos dijo que los delfines que vimos los lomos eran rosas, pero no pudimos verlos bien. La excursión del día siguiente tampoco tuvo desperdicio, pero bichos pocos, pocos..buen finde y ya queda menos para desconfinar..

  2. Jo, que envidia me das jaja. Me encantan las selvas. De pequeño decía que quería ser explorador en la selva y jugador profesional de Jumanji, pero al final no fue así Un fuerte abrazo, y hasta la próxima!!!

    1. A mí tambien me atraen mucho. Me encanto poder verla, pero pasé muy de puntillas. Me hubiese gustado verla de verdad. A mí también me fascinó Jumanji . Que salgamos pronto de esta. Feliz semana.

    1. La verdad es que es un sitio muy especial, pero tuve la sensación que pase casi de puntillas y me quedé con ganas de ver muchos bichos.. pero bueno es cuestión de ir más tiempo y meterse más adentro.. un beso y gracias por leerme.

  3. Nos recuerda mucho a Tortuguero en barca río arriba y río abajo… que envidia… para ver bichitos hay que adentrarse más aunque tenemos una idea de selva que no es la real. No por ser selva, te encuentras a cada paso algo y más ahí que estamos hablando de la SELVA en mayúsculas, tiene que ser enorme . Joe… que ganas de aventuras nos has dejado deseando leer más. Un besazo horacio y cuidate mucho.

    1. Tenéis toda la razón, tendria que haber ido un mínimo de una semana para adentrarse en el parque y lejos de las comunidades. Pero bueno, para la próxima y cuando la pandemia me deje viajar. Seguro que cuando acabe todo estos nos vamos de aventura de nuevo…el próximo finde más historias por la selva. Cuidaros mucho. Un beso.

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