Ankobra. Ghana. Noviembre 2014.

Una de las riquezas de viajar es intentar conocer la realidad del país que visitas. Los turistas muchas veces estamos metidos en una burbuja que nada tiene que ver con el país por el que viajamos. Parece que estamos en un parque temático, sacamos fotos de los monumentos y paisajes, comemos en restaurantes preparados únicamente para turistas y nos alojamos en hoteles para extranjeros. Sin embargo, ver como es la vida de los lugareños, entender los problemas que sufren y disfrutar de su cultura, es tan apasionante como quedarse con la boca abierta delante de un monumento de belleza espectacular.

Después de unas semanas intensas de trabajo y vivir una aventura a lo Thelma & Louise por las carreteras de Ghana (ver entrada anterior), decidí tomarme un par de días para hacer un poco de turismo antes de regresar a España. Para ello volé de Acra a Takoradi, visitando playas de ensueño y los fuertes coloniales de la costa, que esconden la historia brutal de la esclavitud que sufrió este país durante el colonialismo europeo entre los siglos XV-XVIII.

Había hecho una reserva en el resort de Ankobra cerca de la frontera con Costa de Marfil. Es uno de los resorts más exclusivos de Ghana y está regentado por una pareja de alemanes. El taxista condujo durante 3 horas desde el aeropuerto hasta el resort. Nos pasamos todo el viaje pegando botes y tragando todo el polvo de África porque la carretera era de tierra y estaba en obras. Nunca es fácil llegar al paraíso para relajarse, y menos cuando llegas dolorido y polvoriento.

El taxista no me quiso dar la mano cuando me despedí. No me extraña, se había dado cuenta que se estaban levantando mis uñas de los dedos y la piel de la palma de mis manos. No fue nada grave, pero cuando regresé a España supe que había tenido una infección Boca-Mano-Pie. Es una infección vírica bastante frecuente en niños, aunque puede afectar también a adultos. Éste no había sido el único incidente que tuve en Ghana. Uno de los días preparando la cena me quemé la mano con la rejilla de la cocina de butano. En fin, como veis aunque muy aventurero a veces soy como el pupas. Menos mal que me había vacunado de todo (ver entrada anterior).

Al final todas estas penurias valieron la pena, Ankobra era espectacular. Una playa virgen de arena fina con bungalows y lleno de cocoteros hasta donde llegaba la vista. Una de las playas más bonitas en las que he estado en mi vida y con atardeceres de ensueño. Este sitio únicamente lo visitan trabajadores de organismos internacionales y extranjeros que vienen a las explotaciones mineras de oro. El precio para nosotros es muy asequible, pero los locales no se lo pueden permitir. Para mi sorpresa estuve prácticamente sólo en el resort, ya que al coincidir mi visita con el brote de ébola en los países de la zona, el turismo y los negocios se habían ido al garete.

Ankobra no tenía nada que ver con la playa de Labadi en Acra, que visité justo al llegar a Ghana. Labadi es la playa “pobre” y pública a la que va toda la gente de la capital. Hay vendedores ambulantes que pasan continuamente ofreciendo de todo a los bañistas para ganarse unas monedas. Esta playa está llena de basura y puedes ver a los perros y caballos haciendo sus cositas. Es más, en esta playa me tocó ver a uno que se bajaba el bañador y se ponía a mear mirando al agua sin ningún pudor. Ahora que lo pienso no voy a criticarle, los occidentales hacemos lo mismo pero dentro del agua. Será que somos más discretos, aunque igual de guarretes. En fin, todo un mundo de contrastes.


De cualquier forma cuando salí del resort me encontré con una realidad diferente. Una de las tardes fui paseando por la costa hasta Axim, el pueblo de al lado que se veía muy pobre. Cuando ves la falta de infraestructuras y el problema de la contaminación del agua, puedes comprender como enfermedades como el cólera se pueden extender como la pólvora. Por toda la costa se veía basura. No era el caso de Ankobra. Sin embargo, descubrí que la playa del resort era tan espectacular porque la limpiaban todas las mañanas para el disfrute de los turistas. Si no, estaría igual que el resto del pueblo. Es triste, pero supongo que la gente está más preocupada por intentar comer todos los días que por el medioambiente.

En Axim hice una visita al fuerte de St. Anthony, donde juntaban a los esclavos antes de embarcarlos a América a trabajar en las plantaciones. Los esclavos eran capturados en las tribus cercanas, los separaban de sus familias, los tenían en condiciones infrahumanas hacinados en celdas, violaban a las mujeres y muchos morían antes de llegar al destino. Un bonito ejemplo de la caridad humana.


Al día siguiente, una enfermera suiza que conocí en el resort me invitó a ver el hospital donde trabajaba. Era la primera vez que estaba en un hospital del tercer mundo y se me cayó el alma a los pies. La falta de medios y el abandono de los pacientes, como un niño desahuciado por su familia porque tenían VIH y del que nadie se preocupaba, me encogió el corazón. Cuando regresé al hotel me sentí culpable de estar alojado en un sitio tan exclusivo que no tenía nada que ver con la Ghana real. Pero por otra parte pienso que fui muy afortunado de poder ver con mis ojos dos realidades tan diferentes.
pierdo nada de lo que cuentas 🙂
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