Las lagunas glaciares de la Cordillera Blanca

Huaraz. Perú. Octubre 2018.

HuarazTodos los amigos del senderismo se acercan a Huaraz para disfrutar de los millones de sitios espectaculares que se encuentran en la Cordillera Blanca.  Las altas montañas esconden glaciares entre sus picos. Algunos de ellos ya han desaparecido, pero aún pueden verse sus efectos en la erosión de los valles. Muchos de los glaciares alimentan lagos, que pueden contarse por centenares a lo largo de toda la Cordillera Blanca.

Desde Huaraz pueden hacerse multitud de excursiones de un día o rutas de varios días. Son muy famosas las visitas a la Laguna 69 y Lagunas LLanganuco, localizadas en un paraje sin igual y que poseen un color turquesa que parece de otro planeta. Otras posibilidades son la laguna Parón, el glaciar del nevado Pastouri o la espectacular ruta por la Cordillera Huayhuash para los muy montañeros, debido a la dureza del recorrido. Yo era más modesto y me había propuesto hacer la ruta de Santa Cruz, más sencilla aunque va por encima de los 4000 metros. Para poder realizarla sin ningún tipo de problema estaba dedicando un par de días para aclimatarme a la altura.

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Camino hacia el nevado Churup.

En este segundo día, iba a subir a la laguna Churup que está a una altura de 4450 metros. Esta laguna glaciar está a los pies del nevado que tiene el mismo nombre. En la agencia donde contraté la ruta de Santa Cruz (ver entrada anterior), me habían cargado el recorrido que tenía que seguir en la aplicación MapsMe para hacerla por mi cuenta. Me dijeron que estuviera a las 7 de la mañana en la parada de los combis (furgonetas) que van para Pitec y de ahí podría empezar la ruta.

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Laguna Churup. Segundo día de aclimatación.

Aunque el día anterior la subida a la laguna Wilkacocha fue una paliza (ver entrada anterior), me había levantado con fuerzas renovadas. La mañana estaba fresca, desde luego que Huaraz no era Lima, así que saqué mis prendas de abrigo. No desayuné porque tenía que estar temprano en la parada de los combis. El conserje del hotel me decía que desayunase que tenía tiempo de sobra, que el transporte salía más tarde. No le hice caso y cuando llegué estuve esperando a que se llenase el combi y salimos casi una hora más tarde.  Mientras esperaba decidí ir a tomar un café, pero en los puestos de la calle no tenían, sólo una especie de sopa con quínoa caliente que la verdad estaba muy buena. Mis amigas catalanas que conocí el día anterior también llegaron al combi y todos juntos emprendimos el viaje.

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Un pasajero muy especial.

La mayor parte de los que viajábamos éramos los turistas que nos íbamos de excursión para aclimatarnos a la altura, pero durante el trayecto se subían y bajaban los locales. Las mujeres iban con sus trajes llenos de colores y una tela que utilizaban para transportar lo que se terciase.  Yo pensaba que la mujer que tenía a mi lado llevaba a un niño envuelto en la tela, pero cuando fui a hacerle una carantoña me lleve la sorpresa de que era un cordero.  Me recordó la película de Paco Martínez SoriaLa ciudad no es para mí”, cuando iba cargando con una cesta con las gallinas (ver secuencia). Si es que en el fondo no somos tan diferentes. Todo esto me parecía de lo más simpático hasta que el cordero, que no era de viajar en primera clase, se meó todo.  Entre las subidas y curvas del camino los orines se extendieron por toda la furgoneta. En fin, los encantos de la vida rural.

Sin más percances, llegamos a Pitec que está a 3850 metros, así que teníamos 600 metros emocionantes de desnivel hasta alcanzar nuestro objetivo. El conductor nos dio 6 horas para completar el trayecto.  Al comienzo del camino un guarda nos cogió los nombres para saber los que subíamos a la laguna y controlar los que faltaban a la salida para esperarles.

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Paradita en el camino de subida.

El camino no tiene pérdida y siempre tienes como referencia el nevado que se ve al final del camino. De todas formas la aplicación funcionaba bastante bien. Una vez que el GPS te localizaba, era seguir la flecha.  El primer tramo fue una ascensión empinada y la verdad es que agradecí ir acompañado para que te esperasen en la subida. Iba parando frecuentemente para ir recuperando el resuello y luego continuaba unos metros más para descansar de vuelta.

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A partir de aquí, la excursión se puso muy interesante.

Después de este trozo, había una zona de falso llano y que era más sencillo de caminar. De todas formas andar sobre los 4000 metros es duro y notas la falta de oxígeno, tienes que moverte muy despacio. Un poco más adelante llegábamos a una cascada y ahora es cuando el camino se puso complicado. Una de mis compañeras empezó a encontrarse mal. Yo y su amiga íbamos por delante y la esperábamos. En un momento dado se quería dar la vuelta, pero la convencimos para que se tomara su tiempo y subiera poco a poco.

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La ágil ardilla de los Andes.

Unos metros más adelante había una zona rocosa en las que había unas sogas para ayudarse a subir. Alguno de los sitios no era especialmente adecuados si tienes problemas de vértigo. Yo empecé a subir con mis «gráciles movimientos inantos». Sin embargo, mi compañera empezó a ponerse nerviosa y en un momento dado no quería avanzar. Pocos minutos después nos alcanzó la chica que estaba retrasada por el problema de la altura y entre los dos la ayudamos a subir por las sogas. Sin haberlo planeado, los tres hicimos un buen equipo y nos apoyamos para alcanzar nuestro objetivo de llegar a la laguna.

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Féliz por haber superado el primer tramo de sogas. Venir a Perú para descubrir que eres todoterreno,

La laguna es espectacular y nos pareció el sitio más bonito del mundo, más después de lo que habíamos pasado para poder llegar hasta ahí. Nos buscamos una buena piedra y nos comimos el bocadillo disfrutando de las vistas.  El camino de ahí aún continuaba montaña arriba hasta alcanzar una laguna un poco más pequeña que se llama “Churupita”, no es que se hayan roto mucho la cabeza para ponerle el nombre. Los tres coincidimos en que con haber visto a la hermana mayor ya teníamos suficiente, ya sí eso en otra ocasión tendríamos oportunidad de mostrarle nuestros respetos. Además teníamos que volver a tiempo para regresar en el combi a Huaraz.

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Foto obligada con el cartel tras alcanzar la laguna. El sitio parecía un decorado de lo idílico que era.

Había que decidir si íbamos a  bajar por el mismo sitio.  En la agencia me habían marcado un camino en el que tenías que subir un poco más en altura y dar un pequeño rodeo, pero te evitabas tener que bajar por las sogas que no nos apetecía nada. Así que con la aplicación en mano bajamos por ahí sin problemas. De hecho recogimos a dos chicas americanas que tampoco les apetecía pasar por lo mismo, así que formamos una mini expedición para regresar al parking donde nos esperaba el conductor del combi.

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«Churupito» de los Andes.

Cuando llegamos estábamos exultantes por haber completado la misión. Yo estaba tan  cansado y me relajé tanto, que me quedé frito en el combi de camino a Huaraz. Cuando llegamos estaba de nuevo con dolor de cabeza, pero no muy grave.  Me acerqué a la agencia y di el parte de cómo me encontraba.  También les confirmé que al día siguiente quería hacer la ruta de Santa Cruz.  La excursión la tenía ya pagada y no podía recuperar el dinero, pero me había planteado no hacerla aunque perdiese la pasta, si después de los dos días de aclimatación no lo veía claro.  Como los había superado sin problemas graves, me animé a continuar en mi nueva vida de senderista andino.

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Cada 5 minutos el tiempo cambiaba, ahora le tocaba chispear.

Me despedí de mis amigas, nuestros caminos se separaban, al día siguiente ellas iban a la laguna 69 y yo para la ruta Santa Cruz. Es curioso cómo puedes coger cariño a las personas aunque coincidas escasamente 48 horas con ellas. Me fui para el albergue y me disculpé con el conserje por no haberle hecho caso con lo del madrugón. También hablé con Juan el dueño del hotel, super atento y preocupado por sus clientes, me contó cómo estaban cambiando las cosas en Huaraz en los últimos años con el turismo. Sin perder más el tiempo, me fui a preparar la mochila para la ruta de los cuatro días. Pensaba llevarme sólo lo necesario, el resto de las cosas las dejaría guardadas en el almacén del hotel. Aún pensaba quedarme una noche más en el Albergue Churup (ver sitio web)  tras finalizar la ruta. Cuando recogí todo me fui nuevamente a la casona Huaracina, mi sitio fetiche en Huaraz para cenar.

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Mis amigas y el Churup.

 

 

Después de inspeccionar la carta estaba indeciso. Juan estaba por ahí y me aconsejó que probase el cuy al horno, me dijo que su madre lo preparaba a las mil maravillas. El cuy es como se conoce en Perú a las cobayas y es un plato ancestral que se comía en los Andes desde la época precolombina. Cuy es la onomatopeya del sonido que hacen las cobayas, de ahí su nombre. Cuando me trajeron el plato daba un poco de cosilla porque era medio cuy y se veía la cabeza y las patitas. Para acompañar mi delicioso plato de cobaya me pedí una limonada con menta super refrescante, perfecta después del día tan duro que había tenido. Bueno, también me estaba restringiendo el alcohol por lo de la altura.

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El «Dream Team» senderista al final de la excursión. Nuestro compañero de «combi», cansado de esperarnos se quedó frito al lado del cartel, mientras bajabamos.

La verdad es que el plato estaba muy bueno, si dejabas a un lado los escrúpulos. En España tenemos bastante tradición de comer conejo y está muy bueno.  Pero si a un estadounidense le das conejo se te puede morir de asco. Cuando a mi compañera de casa con la que vivía en EEUU, le comenté lo bueno que estaba el conejo al ajillo, casi se me pone a llorar pensando que nos comíamos a “Bugs Bunny”. Todo al final tiene un importante componente cultural.

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Cuy, una exquisitez andina para turistas sin escrúpulos.

Me fui a descansar a la habitación. Además de mate de coca para el dolor de cabeza, que me había tomado después de cenar, me metí un ibuprofeno. La ayuda de la medicina occidental nunca está de más. Durante todo el día también estuve tomando mucha agua, la hidratación es fundamental para evitar los síntomas del mal de altura.

La subida a la laguna Churup había sido complicada, pero me sentía muy satisfecho de haberlo conseguido. Desde luego no fuimos los primeros en subir y bajar, pero lo importante no es hacerlo rápido, sino llegar a buen puerto. Me acosté y esta vez sí que me costó dormirme. Estaba demasiado ansioso por ver cómo iban ser esos cuatros días por la Cordillera Blanca. Ya no había vuelta atrás, estaba seguro que iba a ser una experiencia inolvidable.

 

 

 

 

4 comentarios sobre “Las lagunas glaciares de la Cordillera Blanca

    1. A mí también. El tiempo que estuve en la zona fue limitado y sñ final decidí hacer la ruta de Santa Cruz que fue u a experiencia muy dura pero increíble. Puedes leer sobre esta ruta en mis dos últimas entradas. Si regreso a la cordillera blanca espero visitar la la cuna parón y la 69. Todo el mundo dice que son alucinantes.
      Un beso y gracias por leerme.

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