Huaraz. Perú. Octubre 2018.
Chabuca Granda es la cantautora peruana archiconocida por su canción “La flor de la canela”, una de las canciones más famosas de Perú. Cuando la tarde anterior estuve por el Cercado de Lima (ver entrada anterior), me encontré con la inscripción de la letra de esta canción:
Déjame que te cuente limeño,
Déjame que te diga la gloria
Del ensueño que evoca la memoria
Del viejo puente, del río y la alameda….
Pues sí me dejas que te cuente limeño, que pena me dio dejar tan pronto tu bonita ciudad de la que había disfrutado escasamente 48 horas. Pero ahora me dirigía a Huaraz, para cumplir con uno de los retos de mi viaje, hacer senderismo por los Andes.

Salí de Lima por la mañana en uno de los cómodos autobuses de la compañía Cruz del Sur (ver sitio web). En Perú las distancias y las carreteras hacen que los viajes sean muy largos. Sin embargo, los autobuses disponen de asientos muy cómodos que pueden reclinarse casi hasta hacerse una cama. Te dan una mantita, almohada y de comer como si viajaras en avión, incluso tienes pantallita de televisión con pelis. Los autobuses disponen de menos asientos que los convencionales de España y están distribuidos en dos pisos. Los de abajo pueden reclinarse más y son algo más caros que los del piso superior, pero merecen la pena. Bueno, la calidad del autobús depende de la compañía y los precios están entre 20 a 25 euros (80-100 soles) por trayecto.

La salida de Lima fue un poco complicada debido al tráfico. En cuanto dejamos atrás la capital peruana nos adentramos en el paisaje desértico de la costa. La señora que estaba sentada al lado me fue contando historias de los sitios por los que pasábamos, pero sin perder la oportunidad de proceder al tradicional interrogatorio de portera. No es que le estuviera haciendo mucho caso, hasta que mencionó que en esa zona había visto pasar un par de platillos volantes hace un par de años. Se ve que es una zona de frecuentes avistamientos OVNI. En fin, me lo contó como el que ha visto pasar un rebaño de llamas, vamos algo cotidiano. Perú y el esoterismo, Iker Jiménez ya tardas en venir…..

Mientras mi vecina de asiento seguía haciéndome el tercer grado y saciando su curiosidad, la azafata del autobús vino a ofrecernos algunas bebidas, entre ellas un vaso de Inca Cola. Ésta es una bebida muy popular en Perú y con ese nombre no podía dejar de probarla. Esperaba algún bebedizo ancestral preparado por algún chamán, pero en realizad es una especie de refresco de color amarillo radiactivo con sabor a jarabe. No me emocionó nada, creo que necesitas tener genes de poblador precolombino para disfrutar de esta bebida.

Tras cerca de 8 horas y media de viaje llegamos a Huaraz. La ciudad se encuentra a 3091 metros sobre el nivel del mar. Esta ciudad no es especialmente bonita, pero se llena de mochileros y senderistas que vienen a disfrutar de las montañas de la Cordillera Blanca. Esta zona posee una de las agrupaciones de picos más altas del mundo fuera del Himalaya, con 18 cimas por encima de los 6000 metros de altura, ahí queda eso. Las cimas poseen glaciares y nieves perpetuas, de ahí el nombre de la cordillera, aunque nos encontramos en los trópicos. Desgraciadamente, el calentamiento global está haciendo desaparecer los nevados. Aunque sólo fuese por mantener la belleza de este sitio, deberíamos tomarnos en serio el cambio climático.

Me alojé en el Albergue Churup (ver sitio web), un hotelito “boutique” superchulo con un trato estupendo. Quizá la única pega es que la habitación era un pelín fría, pero en la cama con las mantas se estaba gloria. La estación de autobuses no es que estuviera muy lejos, pero me cogí un taxi por 2,5 euros (10 soles). Como ya tendría tiempo de sufrir por los montes, mejor aprovechar ahora para disfrutar de las comodidades de la civilización. Después de instalarme me fui a buscar una compañía para contratar la ruta de senderismo de Santa Cruz. Esta es la ruta de senderismo estrella por la Cordillera Blanca. No me compliqué mucho la existencia y lo contraté con Eco Ice Peru (ver sitio web), que estaba al lado del hotel.

Para seros sinceros estaba un poco acojonado por haber decidido meterme en esta aventura. Meses antes de empezar mi viaje, había salido a hacer caminatas en España para acostumbrarme a andar, pero lo que más miedo me daba era la altura. En la agencia me tranquilizaron y me recomendaron que hiciera un par de días de adaptación antes de hacer los 4 días de la ruta de Santa Cruz y que de esta forma no iba a tener problemas con el mal de altura. Yo le dije que me parecía bien y que me dijera donde tenía que contratar las excursiones. Él me dijo que no hacía falta, que las hiciese por mi cuenta que eran caminos muy sencillos.

Me pidió que bajase la aplicación MapsMe y el mapa de Perú. Esta aplicación es la leche porque tiene marcados todos los senderos y senderitos. Solo hay que seguir los puntos y dejar que el GPS del móvil te guie sin necesidad de internet. Me marcó las dos rutas para los dos siguientes días y me pidió que cada día me pasase por la agencia para contarle que tal iba.
A la mañana siguiente, me metí un buen desayuno en el hotel y me lancé a la aventura Llevaba mi mochila, mi traje de senderismo, incluidas las botas y mi kit de montañista dominguero (plátano, galletitas de chocolate, unos frutos secos y agua en abundancia). Le dejé dicho la recepcionista a donde iba a ir, por si acaso. Me pillé un taxi que me acercó hasta el comienzo de la ruta para ascender a la laguna Wilkacocha. No estaba muy lejos de Huaraz. El taxista me indicó por donde había que ir. Empecé a andar y después de 20 metros llegué a un cartel informativo. Estaba ensimismado recolectando la máxima información posible y pensando quién cojones me mandaba meterme en estos telares, cuando una pareja de chicas catalanas aparecieron de repente.

En seguida nos pusimos a charlar, ellas también querían hacer la ruta para aclimatarse a la altura, así que los tres subimos juntos. La laguna Wilkacocha está a 3700 metros y se encuentra en la Cordillera Negra. Ésta se llama así porque no tiene nevados como la blanca. La aplicación funcionó bastante bien y nos fue guiando estupendamente. Pasamos por varios pueblecitos e íbamos parando con bastante frecuencia. Siempre me pregunto como hace la gente para vivir en estos lugares, todo el día montaña arriba y montaña abajo.

El recorrido no tenía mucha distancia, pero el desnivel era grande. Yo iba con la lengua fuera y sudando a mares. Mi pueblo en La Rioja, Ausejo, también está en un monte y estamos acostumbrados a subir cuestas, pero desde luego no vivimos a tanta altura sobre el nivel del mar. Me he dado cuenta que por encima de 3500 metros noto mucho la altura. De todas formas subir en compañía fue más ameno y entretenido, así que para cuando quisimos darnos cuenta estábamos ya en la laguna.

La laguna no es especialmente bonita, pero tiene unas vistas espectaculares de la Cordillera Blanca con sus picos nevados. Fue una pena porque el tiempo no nos acompañó mucho, los picos estaban algo cubiertos por las nubes y no resplandecían en todo su esplendor. Octubre es la antesala de la época de lluvias y la probabilidad de que te salgan días “reguleros” es más alta. Ésta era una de las razones por la que me vine directamente de Lima a Huaraz, para evitar en lo posible la temporada de lluvias. Sin embargo, no se puede controlar a la madre naturaleza y hay que conformarse con lo que te toca.

En la laguna nos encontramos con más turistas adaptándose a la altura, cuatro ovejas, un cerdo, un burro y un par de alpacas con sus dueñas por los alrededores. Nos comimos los víveres, descansamos disfrutando del paisaje y nos volvimos por el camino que habíamos venido. Hay gente que sufre bastante las bajadas, pero yo lo prefiero mil veces. La sensación de que te entra oxígeno en los pulmones no tiene precio. Una vez abajo esperamos al “colectivo” y cuando lo vimos, lo paramos con la mano para regresar a Huaraz.

Me despedí de mis nuevas amigas y quedamos para hacer la segunda excursión al día siguiente. Los tres necesitábamos completar nuestro segundo día de aclimatación montañera. Me empezaba a doler la cabeza, pero tampoco era una exageración. Pase por la agencia y me dijeron que tomara un mate de coca para ayudarme a acostumbrarme a la altura, pero que estuviera tranquilo que iba a estar bien. Regresé al hotel a descasar un rato.
Después de ducharme, salí a cenar a La Casona Huaracina (ver sitio web). Este restaurante es de los dueños del Albergue Churup y está muy cerca del hotel. El restaurante está decorado con muchísimo gusto y con diferentes ambientes. Es el sitio súper agradable que necesitas para relajarte después de un día de desgaste en las montañas. Además del sitio, la cocina era espectacular. Los platos eran los típicos de la cocina tradicional peruana, pero cocinada con muchísimo mimo y de forma casera. La cocinera era la madre de Juan, el dueño del hotel. Aquella noche decidí pedirme un lomo saltado. Estaba gloria, tanto que cené aquí todas las noches que estuve en Huaraz. Si pasáis por aquí no dejéis de parar en este restaurante porque es uno de los que mejor comí en todo mi recorrido por Perú.

Me fui pronto a la cama porque tenía que madrugar al día siguiente. La excursión iba a ser más dura que la que había hecho. Estaba con cierto nerviosismo por saber si iba a poder completarla. De cómo me encontrase iba a depender que finalmente decidiera hacer la ruta de Santa Cruz que tanta ilusión me hacía. Mis nervios no duraron mucho, antes de terminar de contar la quinta llama me quedé dormido. Estaba muy cansado, pero aparte del dolor de cabeza, mi cuerpo no lo estaba llevando del todo mal. Otro día de aventuras me esperaba.
Pues Peru tiene varios viajes, porque tiene de todo. Si todavía no habeis estado, yo os lo recomiendo muchísimo. No os va a decepcionar.
Un beso.
Me alegra saber que te ha gustado y te he arrancado una sonrisa. Muchas gracias por seguir leyendome. Si quieres recibir mis entradas nada más que se publiquen, no tienes más que suscibirte a mi blog. Un beso.
Hola Bea. Tienes toda la razón, el agua es lo mejor. Yo siempre estuve un poco escaso con la cantidad que bebía y creo quee lo hubiese llevado mejor si hubiese bebido más. El mate de cocoa si que me gustaba, debo tener algo de drogodependiente, pero lo del inca cola era superior a mis fuerzas. Luego, me lancé a mascar hojas de coca y si creoq ue me ayudaron con el soroche. Yo no es que creo mucho en lo de los ovnis, pero es que cuando vas a Perú es inevitable que te encuentres todo el rato con historias de estas… Buen finde para ti también y muchas gracias por leerme. Un beso.