Huaraz. Perú. Octubre 2018.
Llevaba dos días de sufrimiento haciendo senderismo por la Cordillera Blanca y el tiempo no nos había acompañado nada (ver entrada anterior). Nos había nevado, llovido, granizado, “huracaneado” y tenía mis intestinos en pie de guerra. Notaba la falta de oxígeno y estaba con un terrible dolor de cabeza. En esta situación retrocedí mentalmente una semana, intentando recordar si me encontraba bajo algún efluvio químico cuando tomé la decisión de embarcarme en esta aventura. En realidad, hace una semana esta aventura me parecía una idea estupenda y hacía estar a mi ego en un estado de euforia permanente. Sin embargo a la Pachamama, diosa de la naturaleza, no se la puede tomar a la ligera. Aquella segunda noche en el campamento de Taullipampa (4250 metros) estaba analizando todos estos sucesos en mi tienda de campaña, mientras intentaba quedarme dormido. Quizá debería de pensar en sacrificar una llama y ofrecérsela a la Pachamama. Así, podríamos terminar la ruta sanos y salvos, todavía nos esperaban dos días más de caminata.

No hizo falta degollar a ningún camélido andino. Aquella mañana temprano, la Pachamama nos sonrió ofreciéndonos un cielo despejado y una vista espectacular de los picos seismiles que bordean el valle de Santa Cruz (ver entrada anterior). Me habían traído un mate de coca a la tienda y me lo tomé mientras miraba ensimismado las montañas. El tercer día de ruta teníamos que recorrer el valle hasta nuestro siguiente campamento y había una excursión opcional para ver un glaciar. Normalmente en la ruta decides hacerla dependiendo de cómo te encuentres de fuerzas, pero dado que no habíamos podido disfrutar nada los dos últimos días, nos fuimos todos de cabeza para allí.

Recogimos nuestros bártulos y nos pusimos en marcha. Aunque la mañana había salido despejada, la Pachamama parece que había decidido que ya habíamos abusado de su confianza. Las nubes empezaron a tapar los picos de las montañas, pero por lo menos no llovía. Para acercarnos al glaciar era necesario coger un sendero y ascender por la pared del valle. Andar por encima de 4000 metros es complicado y teníamos que parar muchas veces para recuperar el resuello. En cada parada mirábamos a las montañas e intentábamos intuir los picos que cada vez estaban más llenos de nubes.

Uno de los picos más emblemáticos que se podían ver en la ruta es el pico de Artesonraju. Este pico es la montaña símbolo de la Compañía cinematográfica Paramount. Desde donde nos encontrábamos se veía altísima pero su cumbre se escondía entre las nubes. En un momento pudimos ver parte de una de sus caras, que se veía ascender sublime por encima de las nubes casi hasta el infinito.

A los pies del glaciar se encontraba la laguna Arhueycocha. Esta laguna se encuentra a 4420 metros de altura, tenía un precioso color turquesa. Me hizo mucha ilusión estar en este sitio porque era la primera vez que veía un glaciar tan de cerca. Teníamos todos las cámaras y móviles que echaban humo, después de la sequía fotográfica de los dos últimos días, estábamos ansiosos de tomar fotos. Sacamos la laguna desde todos los ángulos y poniéndonos en todas las posiciones que se nos ocurrieron. Después, aprovechamos para picar algo y comernos una fruta. Es cierto que cualquier cosa que te comas en el campo siempre te sabe de maravilla.

Después de disfrutar del glaciar descendimos de nuevo al valle. Fue una caminata bastante más agradable, sólo había que seguir la cuenca del valle y era bastante plano, aunque andábamos a bastante altura. Me llamó mucho la atención el cambio en el terreno, todo el valle estaba lleno de arena y no se veía nada verde. Nuestro guía nos contó que en 2012 hubo una avalancha en la ladera del Artesonraju y que cayó en la laguna que estaba a sus pies vaciándola por completo. Toda el agua de la laguna terminó en el valle como un gran tsunami que destruyó todo a su paso. Afortunadamente, no había nadie cuando pasó y no hubo que lamentar ninguna muerte, pero francamente acojona. Sólo esperaba no pillar a la Pachamama de mal humor, no tenía el cuerpo para salir corriendo valle abajo.

El resto de la tarde fue muy llevadero y llegamos sin ningún contratiempo a nuestro último campamento en LLamacorral. Disfrutamos de la última noche de la ruta, todavía estaba alucinado de lo elaborado que era lo que nos preparaban para cenar, teniendo en cuenta que estábamos en mitad de la nada. Estábamos todos de mejor humor y disfrutamos de la velada. Lo que hace pasar 24 horas seco, incluso mis intestinos se habían empezado a tranquilizar. También era nuestra última noche juntos y estábamos un pelín nostálgicos.

Nos fuimos a la tienda a dormir. Yo había traído una batería externa, que se supone que valía para cargar tres veces el móvil. La verdad es que pude estar cuatro días sin poner el móvil en ninguna enchufe. En cualquier caso, como la temperatura bajaba mucho por la noche, me metía la batería y el móvil dentro del saco por si acaso. Las pilas y el frío no se llevan bien. Imaginaros que me quedo sin batería para poder sacar fotos, con todo lo que había pasado, que drama jejeje..

Por la mañana me levanté pronto, había dormido mejor que las otras noches pero tampoco para echar cohetes. Salí de la tienda y nuevamente pude ver un amanecer de ensueño. El campamento estaba en el lecho del valle y la luz del día se iba colando entre los picos de los nevados. Poco a poco el valle se fue iluminando. El paisaje parecía salido de la película del señor de los anillos.

El río serpenteaba en el valle y los caballos estaban pastando a sus anchas, el campamento estaba en silencio. Uno de los guías me trajo una taza con mi mate de coca calentito. Todavía estuve unos minutos más disfrutando del este momento tan especial hasta que mis tripas se expresaron y me fui ipsofacto a la tienda WC. En fin, cuando la naturaleza llama no hay momentos bucólicos que valgan.

Tomamos nuestro último desayuno e hicimos la colecta para darles la propina al conductor de las mulas y los guías. Siempre, me siento un poco incómodo teniendo que dar propina por un servicio que pagas, pero supongo que ellos esperan que van a recibir un complemento a su sueldo. La verdad es que pese a todos los contratiempos que tuvimos, se portaron muy bien con nosotros.

El último día el tiempo fue soleado y era una gozada andar por el valle. Que rabía no haber tenido este tiempo todos los días. En fin, el día que se pueda comprar las condiciones climáticas, la vida del turista será otra. El camino tenía un desnivel de 800 metros para terminar en Cashapampa, un verdadero rompepiernas. Sin embargo, tengo comprobado que prefiero mil veces descender porque aunque se me cargan las rodillas, el poder respirar sin dificultad me supone todo un alivio.

El camino iba paralelo al río, que cada vez bajaba con más caudal. Era un paseo muy agradable, los colores de las montañas y el cielo eran tan intensos que no me cansaba de mirarlos. Una de las chicas y yo nos quedamos los últimos, íbamos más despacio que el resto del grupo porque parábamos cada dos por tres para no perder ni un pixel del paisaje.

Sin darnos cuenta llegamos al final del camino, la verdad es que con pena. Nos cruzamos con otro grupo que empezaba la ruta de 4 días hacia el otro lado. Veía el buen tiempo que tenían y me dio un envidia tremenda, casi me dio ganas de cambiar la dirección y unirme al nuevo grupo. Pero bueno, había que seguir camino.

El guía nos reunió en un hostal del pueblo y nos quedamos ahí esperando a que viniera el combi a buscarnos. Hacía calor y nos sentamos a la sombra mientras nos tomábamos una cerveza para hidratarnos. Que tendrá la cerveza que sabe que te mueres de gusto después de haber hecho tanto ejercicio. En el porche donde nos sentábamos tenían a los cuys (cobayas) en las jaulas y las gallinas a su aire. La abuela de la familia estaba desplumando una gallina para hacer un caldo según me dijo. Me llamó la atención que tenían secando maíz morado que luego me enteré que se utiliza para preparar la chicha morada, una bebida que esta deliciosa y de la que me aficioné enseguida.

Regresamos a Huaraz y nos llevaron a casa del dueño de la compañía de senderismo Eco Ice Perú (ver sitio web) que organiza una comida fin de expedición, con su pisco sour y todo. Tuvimos la oportunidad de contar todas las penurias que habíamos pasado y los problemas con los sacos de dormir mojados y la comunicación entre los guías cuando estuvimos desperdigados en la subido a Punta Unión (ver entrada anterior). El dueño tuvo a bien seguir nuestros consejos. Yo la verdad, es que volvería a irme de ruta con ellos. De hecho mi ego ya se estaba sublimando pensando en regresar y hacer la ruta de la cordillera Huayhuash. ¿Me habrían puesto algún químico en la comida?

Después de la comida nos despedimos todos y cada mochilero se fue para su guarida. Yo volví a mi querido Albergue Churup (ver sitio web) y recuperé el resto de mi mochila. Subí a la habitación y me pegué una ducha caliente, que ni en el mejor spa. Esa noche dormí en ese colchón tan blandito y arropado con la manta tan calentino. Aquí sí que se me pasaron todas las penas. Sin embargo cuando me desperté al día siguiente, eché terriblemente de menos esos increíbles amaneceres de los que había disfrutado en la ruta Santa Cruz, pese a todo lo que había sufrido.
Pufff!!!. Vaya paisajes más espectaculares!!!!!. Que chuuuuuloooo
De verdad que sí. Unos paisajes de Perú que nunca pensamos en ellos.
Un beso y gracias por leerme.
Horacio
Vaya paisajes, solo por disfrutar de esas vistas mereció seguro la pena hacer esos esfuerzos. El recorrido me ha parecido espectacular:) aun con frío, intestinos en guerra y males de altura. Una experiencia para contar y disfrutar:) Un beso
Mi querido Rey de Artesonraju,
Es tan bonito y lindo de leer tus viajes en Peru!
Muchas gracias, y un abrazo fuerte.
Tu si que eres un rey!!
Muchas gracias Bego, se que eres una fiel lectora de mis relatos y me hace mucha ilusión que me sigas.
Ya llegaré a Patagonia para contaros cosas de allí.. un beso y buen finde.
Muchas gracias por leerme. A mí la verdad es que era la primera vez que hacía una ruta de estás características y me alucino. La altura no lo llevo bien pero es cuestión de adaptarse y tomarse su tiempo. Pues sí que estuviste alto. Yo no he estado tan arriba. Donde estuviste?
Un beso y buen finde.