Ascenso al volcán Terevaka en Isla de Pascua

Terevaka (Isla de Pascua). Chile. Octubre 2018.

TerevakaUna de las ventajas de viajar por tu cuenta es que puedes marcar tus propios ritmos y no estás encorsetado por los horarios de los viajes organizados. Sin embargo,  sí que es cierto que sueles ver menos cosas porque pierdes más tiempo en los desplazamientos  y no llevas todas las visitas tan al milímetro. Pero que quieres que os diga, cada vez prefiero más ir por mi cuenta a todos los sitios. De todas formas, aunque vayas de forma independiente puedes planificar tu viaje con toda la profundidad que quieras y maximizar tu tiempo.  También me he dado cuenta que disfruto mucho si improviso sobre la marcha y dejo que el día a día me sorprenda. Esto claro, no siempre es posible porque tenemos pocos días de vacaciones al año y ya que nos hemos ido a la otra punta del planeta queremos exprimir el tiempo  al máximo.

belleza presa
Protegiendo la naturaleza. Margaritas azules de Isla de Pascua

Tras un día electrizante al mando de mi vehículo de dos ruedas (ver entrada anterior) no tenía nada organizado, ni reservado para hacer al día siguiente. Por eso, me levanté no muy temprano  y me fui a desayunar a mi cafetería favorita al lado del camping  (ver entrada anterior). Mientras me tomaba mi vaso de agua caliente  con café instantáneo y leche en polvo, me dediqué a ojear el mapa y mi “Lonely planet”.  Decidí que lo más sencillo para hacer ese día era hacer una ruta de senderismo para visitar los yacimientos y altares con moais de la costa noroeste.  La ruta era sencilla porque simplemente había que seguir el sendero.  Así que cogí mi mochila y la botella de agua, me embadurne de protector solar y me puse en marcha por el sendero que iba al lado del mar.  Pensé que cuando estuviera cansado me volvería para el camping y descansaría sin más preocupaciones. Quería disfrutar del paseo con tranquilidad y empaparme de la energía de la isla.  Eso era mi intención al comienzo del día, pero luego la cosa se complicó un poquito…

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Caballos con espiritu libre pastando en la costa.

El paseo era muy agradable.  Crucé  por delante de los moais de Ahu Tahai (ver entrada anterior) y continué hacia adelante. Había multitud de caballos sueltos por todo el camino. Pastan a su anchas por toda la isla y aunque son preciosos, hay que tener especial cuidado cuando se conduce, ya que es muy fácil que se crucen en la carretera y pueden hacerte un buen estropicio.  Vamos como me dice mi colega “vagando por mundopolis”, que se cruzan a lo loco.

tubo lava
Ventana con vistas al acantilado.

No muy lejos de allí llegué a Ana Kalenga, la cueva de las dos ventanas.  Es un tubo de lava que se abre al mar y que sirvió de refugio a los pobladores durante las reyertas entre los clanes rapanui.  El acceso es un poco complicado porque es un agujero estrecho en el suelo, al que entras con dificultad y que haría las delicias de cualquier claustrofóbico. No estaba muy seguro de meterme ahí, pero había un grupo de chinos-canadienses que entraron de cabeza sin pensárselo dos veces hiriendo mi orgullo aventurero, así que yo terminé también por meterme. El comienzo de la cueva es muy estrecho, pero luego se abre y es fácil caminar en el interior con la ayuda de un frontal. No es especialmente bonito, pero la cueva se abre al mar en dos sitios con unas vistas espectaculares a un acantilado volcánico.

costa isla de pascua
Acantilados volcanicos de Isla de Pascua.

El camino sigue al norte hasta otros yacimientos y tienes unas vistas magnificas de toda la costa, en la que queda patente el origen volcánico de la isla.  Me acerqué hasta Ahu Te Peu, en el que queda las ruinas de una antigua aldea  y sus construcciones, entre ellas unos muros circulares que utilizaban para proteger los cultivos de las inclemencias del tiempo.

cultivo ancestral
A los arquitectos rapanui les sobraba imaginación para cultivar sus hortalizas.

Cuando llegué al complejo estaba únicamente acompañado por unas pocas vacas que andaban por ahí a su aire. Después de este paseo, no me sentí nada cansado, así que decidí seguir por el sendero hacia el interior de la isla para ver más yacimientos.

Yegua y potro
Madre no hay más que una.

En el camino me encontré con una manada de caballos que venía de frente, me aparté para no asustarlos y que no se me llevasen por delante. Una yegua iba protegiendo a su potro, una estampa maternal donde las haya. Un poco más adelante llegué hasta Ana Te Pehu, la cueva de los plátanos.  Es un complejo de cuevas donde se cobijaban los habitantes de la isla. También sembraban hortalizas y plataneros por el especial microclima que tienen en la entrada, de ahí el nombre del sitio.

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Recolector de plátanos por un día.

La cueva era bastante grande y parecía que no terminaba nunca. Llegado a un punto no quise seguir más adelante y me di la vuelta. Siempre me da un poco de acojono pensar que me voy a perder como en el “Viaje al centro de la tierra”, lo de estar debajo de tierra no me apasiona, nada, nada.

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Tan oscuro como la boca de un lobo.

Mi siguiente parada en esta ruta improvisada fue Ahu a Akivi, el altar de los 7 moais, que representan a los siete exploradores que según la leyenda fueron mandados a rastrear la isla antes de ser colonizada. Estos moais tienen la peculiaridad de que son los únicos de la isla que están mirando al mar. En realidad, los moais siempre se ponían mirando hacia la aldea como parte de su función protectora y por eso en este caso parecen que miran al mar. Este altar además tenía una función de observatorio astronómico, porque los moais estaban orientados exactamente hacia la puesta del sol en el equinoccio de la primavera austral (21 septiembre).

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Moais astrónomos.

Me senté un rato a descansar en la pequeña cantina que había en el complejo arqueológico y la dueña me hizo un zumo de piña. Mientras tanto, su hijo pequeño quería que le prestase atención y se puso muy insoportable porque no le hacía caso, casi termino haciéndole un exorcismo.  En Ahu a Akivi se encuentra el camino de comienzo al ascenso al Volcán Terevaka, el punto más alto de la isla (507 metros sobre el nivel del mar). Había pensado subir otro día en una excursión organizada a caballo, pero como me encontraba con fuerzas y estaba allí pensé por qué no subo andando.  La señora de la cantina me dijo que el camino no tenía perdida y que en un par de horas largas se podía subir y bajar.

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Cima del volcán Terevaka.

En contra de todos los consejos de las guías, subí en mitad del día que es cuando más pega el sol. La ascensión no es muy difícil pero no hay ni un triste matojo donde protegerse del sol y pasé mucho calor. A mitad de camino me crucé con una excursión a caballo que miré con cierta envidia insana, pero me consolé pensando en lo limpito de toxinas y en los poros de la piel tan abiertos que iba a tener de tanto transpirar. Tardé alrededor de una hora larga en subir. En la cima las vistas son increíbles, es posible ver toda la isla desde allí rodeada de un mar de color azul intenso.

Cima_terevaka
Los aventureros también descansamos.

En la cima hay un montón de palos señalando la cima del volcán Terevaka. Elegí un sitio mirando al mar y me tumbé un rato a descansar. Las nubes casi se podían tocar con las manos. Me llené de una paz inmensa. Dicen que es posible ver la curvatura de la tierra desde allí. Yo la verdad es que no la vi, pero de lo que si te das cuenta es que toda la isla está cubierta de colinas de pasto en la que escasean los árboles. El hombre siempre termina poniendo a la naturaleza al límite y la ambición por los moais casi terminó con todos los árboles. Únicamente se ve un pequeño bosque producto de la política de repoblación de la isla.

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Vistas desde el volcán Terevaka.

Al final me quedé a descansar más de la cuenta, estaba bastante cansado y absorto por el paisaje, pero en algún momento tenía que regresar a Hanga Roa. Todavía tenía que recorrer una distancia considerable, pero como el camino que iba a seguir era carretera pensé que a una mala podría ponerme a hacer autostop.  El camino de vuelta era bastante agradable, pero estaba muy sudoroso y cansado. Estaba a punto de tirar la toalla y esperar a que alguna alma caritativa me llevase al camping,  cuando tuve una iluminación divina. En frente mío había un jardín donde estaba “César Perval Peluquería, Estética y Maquillaje Profesional”, el sitio perfecto para hacer un descanso y quitarme la mata de pelo que tanto calor me daba.

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Prueba gráfica de mi paso por el Terevaka.  No os engaño, ahí que estuve.

Sin pensármelo ni un segundo me arrastré  hasta allí y entré con mi aspecto lamentable de haber andado todo el día, con mis botas de senderismo, lleno de polvo y sudor. En algún otro sitio me hubiesen puesto de patitas en la calle, pero César me trato de maravilla.  Tras cruzar el umbral de este paraíso de peines y lacas, se sentía la agradable temperatura del aire acondicionado. Me hicieron sentar en una butaca de cuero de una suavidad infinita y me trajeron un vaso de agua fresca. A continuación me pasaron a lavarme el pelo con agua fresquita. Si alguna vez he estado cerca de tocar el cielo fue en ese momento.  César se encargó de cortarme el pelo y arreglarme la barba. Tras una hora de profunda transformación personal, salí completamente renovado.  Sólo puedo deciros que si pasáis por Isla de Pascua y necesitáis los servicios de un peluquero no dudéis en pasaros por el establecimiento de César (información de contacto).

atardecer mihinoa
Nuevo atardecer de cine en Isla de Pascua.

Llegué al jardín del camping Mihinoa y me quedé un rato sentado pensando en lo que me había cundido el día. En ese momento se estaba poniendo el sol y fue un atardecer espectacular con el moai del camping  de fondo.  Tras disfrutar de las vistas me marché a la habitación y  me duché.  Ya limpito y aseado, pensé que esa noche  me merecía  ir a cenar a un buen sitio para terminar un día tan estupendo como dios manda.

tres ceviches
Mi cena recompensa a un día tan ajetreado y andariego.

Me acerqué al centro de la ciudad y fui al restaurante Kanahau. Este restaurante tiene también un espectáculo de baile tradicional rapanui, pero como ya había estado el día anterior en uno (ver entrada anterior) no me animé a verlo. Para cenar me pedí un plato que se llamaba tres ceviches, que tenía tres elaboraciones diferentes del tradicional pescado macerado. Durante mi viaje me volví un adicto al ceviche y probé diferentes tipos en Polinesia, Isla de Pascua, Perú y Chile, puedo deciros que este fue uno de los mejores que tomé. Para acompañarlo me pedí un pisco sour que me supo a gloria.

Este día había sido un buen ejemplo de cómo sin organizar nada disfruté de un día estupendo, aunque me metí una paliza de casi 25 km andando y había terminado agotado. Es cierto que parte de la excursión que hice, se podía haber visitado en coche o a caballo. Sin embargo, ver la isla a pie, da también una perspectiva que merece la pena experimentar y que os recomiendo hacer, por lo menos una parte de ella.

5 comentarios sobre “Ascenso al volcán Terevaka en Isla de Pascua

  1. Si, estoy hecho todo un andarin aunque termine con rozaduras en las ingles de muerte. Pues si Marta, que tiempos en Garrasttaxu. Por cierto que tu estabas embarazada en aquella ocasion, como pasa el tiempo y que jovenes éramos, jejeje. Un beso.

  2. que buena copa te has tomado al final del día. Eso… el pisco sour, lleva alcohol? es que sino… no nos gusta! jajaja oye, un pirata como tu, que surca los site mares y descubre nuevas tierras, no tiene que tener miedo de los caballos que ni te pisan ni dejan que los atropelles. jajaja, es con cariño. como siempre, precioso lugar y tu forma de contarlo… es lo mejor! Tienes razón en lo de pocos árboles leímos que en un principio se pensó que era culpa de ellos, pero ahora salen estudios de que esto realmente no fue así,parece ser que realmente eran muy buenos agricultures y se dieron cuenta desde un principio que las tierras no eran muy buenas para el cultivo… ala… nos estamos liando… perdón. Un besazo enorme y… hasta la próxima aventurero!

    1. No sabéis la ilusión que me hace que me leáis mis historietas. Si, el pisco sour lleva su alcoholillo y está de muerte. En Chile y Perú se bebe mucho. Es un cocktail a base de zumo de limón, clara de huevo y pisco. El pisco es una especie de aguardiente de uvas. Una vez que lo pruebas no puedes vivir sin el. Pues lo de la deforestación estaba convencido que fueron los rapanuis, no sabía lo de que fueran tan buenos agricultores. Un beso chicos y buen finde.
      Horacio

      1. Es que te leemos y mucho, y nos gusta tanto lo que cuentas y los lugares que visitas… que nos informamos y buscamos. Tomamos buena nota de todo, sabes que gracias a ti… es un destino que nos llama y mucho.

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