Trujillo. Perú. Octubre 2019.
Los problemas y los efectos del cambio climático están de plena actualidad. Todos deberíamos estar pendientes de las decisiones que tomen los mandatarios del mundo para que no nos veamos avocados un desastre ecológico de escala planetaria. Curiosamente en el pasado, el clima fue decisivo para que civilizaciones enteras desaparecieran, tal como ocurrió con algunas civilizaciones precolombinas.
“El Niño” es una de las alteraciones climatológicas más conocidas. La causa de este fenómeno es el calentamiento del mar en la zona ecuatorial del Pacífico. Este incremento de la temperatura sucede durante varios años y de forma cíclica. Como consecuencia se producen lluvias torrenciales y tormentas devastadoras en los países de esa zona del mundo, entre ellos Perú. Este fenómeno ya era conocido por las civilizaciones precolombinas. Los efectos causados por “el Niño” en cada uno de sus ciclos es variable, encontrándose niños benévolos y otros más endemoniados que el niño de “La Profecía”. Desgraciadamente los efectos extremos provocados por este fenómeno climático parece que se han vuelto más frecuentes debidos al calentamiento global y el cambio climático.

Los sacerdotes de las culturas precolombinas eran magníficos conocedores de las estrellas y podían determinar con exactitud en qué periodo del año se encontraban. Esta información era crucial para determinar el mejor momento para realizar la siembra y la recolección de las cosechas y posiblemente también era capaces de predecir cuándo se iba a producir los temidos efectos devastadores del “Niño”.

Los viajeros solemos estar muy pendientes del tiempo. Cuando estamos en mitad de un viaje y se abren los cielos cayéndonos el mar a cántaros, aunque el meteorólogo de turno haya pronosticado que iba a hacer bueno, nos solemos cabrear. Si además, te llevas sólo una «rebequita» para la noche y resulta que se desata una ola de frio polar, entonces te acuerdas del meteorólogo y mentas a toda su familia hasta la octava generación. En las antiguas civilizaciones precolombinas no tenían estos problemas. Para pedir un clima beneplácito a los dioses se realizaban pequeñas ofrendas. Sin embargo, cuando acontecían grandes sequías o catástrofes como inundaciones o terremotos, sólo quedaba intentar aplacar la ira de los dioses. En estos casos, en vez de consultar las isobaras y la localización del anticiclón de las Azores, se dedicaban a realizar sacrificios humanos degollando a algún pobre incauto.

Después de mi día de descanso playero (ver entrada anterior), me lancé con muchas ganas a conocer las imponentes ruinas arqueológicas que rodean la ciudad de Trujillo. Quería conocer más sobre las civilizaciones Moche y Chimú, que se desarrollaron en la franja costera desértica de Perú y dependían estrechamente de las condiciones climáticas. Había contratado una excursión de un día con la empresa que se encontraba al lado del Hotel Colonial donde me alojaba. En cualquier caso, Trujillo se encuentra llena de compañías que realizan esta excursión y es fácil encontrar una disponible. Afortunadamente, esta vez la guía que me tocó era muy competente, no como me había pasado en Chavín de Huantar (ver entrada anterior).

Nuestras primeras paradas ese día fueron la Huaca Esmeralda y la Huaca Arcoíris. Huaca es el nombre quechua para referirse a un sitio sagrado. Ambas huacas pertenece al periodo Chimú. Una civilización que se extendió desde el 850 después de Cristo hasta el 1470, cuando fueron sometidos por los incas. El material que utilizaban los chimús para la construcción era el adobe. Dado que algunos de estos edificios tienen más de 1000 años, el estado de conservación en general no es bueno.

Estas huacas se encuentran en medio de barrios de Trujillo poco recomendables. Sólo recientemente se les ha prestado más atención y están intentando restaurarlas. El turismo podría ser una fuente importante de ingresos para el barrio, pero no estoy seguro que se utilicen los ingresos para eso. De estas huacas llama la atención la decoración de carácter marino que incluye: redes, peces y pelicanos. Todas ellas están hechas en adobe y por eso son muy frágiles. En estos edificios se han identificado pozos donde se arrojaban ofrendas para conseguir el beneplácito de los dioses. En alguna de ellas se han encontrado huesos de niños, por lo que se sospecha que también pudieron realizar sacrificios humanos.

De aquí nos dirigimos a las ruinas de Chan Chan, que corresponde a la mayor ciudad precolombina que ha existido jamás y la ciudad de adobe más grande del mundo. Debido al paso de tiempo y la erosión, en la mayor parte del complejo no se ven más que montículos de tierra. Hay partes que parece que te encuentras en una escombrera. De hecho, inicialmente las ruinas pasaron desapercibidas para todo el mundo. Antes de visitar el yacimiento arqueológico nos acercamos al Centro de sitio Chan Chan donde existe información sobre el complejo y la historia de la civilización Chimú, a la que pertenece esta enorme ciudad. La visita a este centro interpretativo fue muy interesante y te permite hacerte una idea de la inmensidad del sitio.

En los tiempos de esplendor, la ciudad llegó a albergar a 60.000 personas. Durante la visita, la guía nos llevó por un laberinto de muros de adobe hasta llegar al palacio real, que es la parte mejor conservada y la única que se puede visitar del yacimiento. Lo más llamativo es el gran tamaño del palacio y la decoración de las paredes con peces y animales marinos. Parece mentira que pese a los diluvios del “Niño” y el paso del tiempo, todavía quede algo de todo aquello. De todas formas, recientemente han construido una tejavana para proteger las partes más valiosas del palacio porque el último “Niño” produjo grandes destrozos. La piedra es siempre más resistente, pero los chimús construyeron con lo que tenían a mano, que en este caso era adobe.

El palacio es sólo una ínfima parte de todo el complejo. En la basta explanada donde se sitúa Chan Chan todavía quedan muchos montículos de tierra que esperan a ser excavados y podrían guardar increíbles sorpresas. Sólo en una de las parte del recinto se puede observar algo de vegetación y corresponde a uno de los antiguos estanques donde se acumulaba el agua para el consumo de la ciudad. En esta zona tan desértica del mundo, el agua era el bien más preciado para mantener a la población. Sin embargo, las condiciones climáticas y el asedio de los incas hicieron finalmente sucumbir a los chimús y la ciudad se abandonó.

Tras la visita, nos llevaron a Huanchaco a comer. Al principio me dio un poco de rabia porque ya había estado el día anterior por mi cuenta. Sin embargo, sólo nos dieron una hora para comer. Me dio el tiempo justo para meterme otro ceviche. Esta vez en el Restaurante Peñón (ver sito web), un sitio más modesto y sin mariachis, pero he de decir que el ceviche era tan bueno o mejor que el qué me había comido el día anterior (ver entrada anterior). Me dio pena por mis compis de excursión, porque una hora no es nada para visitar Huanchaco. Os recomiendo que si podéis, vengáis por vuestra cuenta y paséis media mañana o media tarde para empaparos del ambiente de este sitio tan singular.

Para la tarde nos quedaba la joya de la visita, la Huaca del Sol y Huaca de la Luna. Este complejo arqueológico perteneció a la civilización de los moches (100- 800 después de cristo). Ambas huacas se encuentran una enfrente de la otra y son dos montañas de adobe que como pasaba en el caso de Chan Chan pasaron inicialmente completamente desapercibidas. Entre ambas, se encontraba la ciudad donde vivían los moches.

La Huaca del Sol no se encuentra abierta al público y está todavía sin excavar. Sólo se puede visitar la Huaca de la Luna y el Museo Huacas de Moche, que merece muchísimo la pena. En él, se puede conocer más sobre la cultura moche, sus creencias y ritos. Todo esto, en parte gracias a la extraordinaria cerámica moche, dado que representaban en ellas escenas de su vida cotidiana con todo lujo de destalles, como si se tratase de un libro abierto. La mayor parte de las cerámicas moche se encuentra en el Museo Larco de Lima. Este museo lo considero imprescindible. Si estáis en Lima y solo tenéis tiempo para ver un museo, que sea éste. Las cerámicas son espectaculares.

La visita al Museo Huacas de Moche es además importante para comprender los rituales que se celebraban en la huaca. Para aplacar la ira de los dioses, véase, terremotos, inundaciones o desgracias varias, se realizaban sacrificios humanos. Para elegir a los “afortunados” existía una contienda en la que luchaban los candidatos y el que perdía, era despojado de sus ropas y conducido al interior de la huaca, donde era preparado para el sacrifico suministrándole brebajes alucinógenos preparados a base de cactus de San Pedro y hojas de coca.

El sacerdote se encargaba de degollarlos y recoger su sangre en un receptáculo, que era vertida en honor de los dioses y en presencia de todo el pueblo moche en una ceremonia orquestada dese lo alto de la huaca. Después de esto, solo quedaba esperar que el tiempo fuese propicio, o quizá no… A mí me recordada todo muchísimo a “Indiana Jones y el templo maldito». Al igual que en la película no faltaba el sacerdote maligno, drogas varias y sangre a mansalva. La única diferencia era lo de arrancar el corazón del infeliz sacrificado mientras estaba todavía latiendo. Yo diría que esto debió ser una “licencia poética” de Steven Spielberg en la interpretación del rito moche.

Parte de la espectacularidad de la Huaca de la Luna reside en su estado de conservación. Esto es debido a que los moches de forma periódica reconstruían el templo. Para ello cubrían completamente de ladrillos de adobe el templo antiguo y volvían a rehacerlo sobre el antiguo con la misma estructura y distribución. Los habitantes que vivían en la ciudad tenían que pagar un tributo a base de adobes, que iban todos a la construcción de la huaca, cada uno con la firma del artesano que lo hacía. En la huaca hay millones de ladrillos de adobe. Es como una gran “matrioska” rusa. Por esta razón, existen zonas en los templos antiguos que mantienen intactos los dibujos originales de las paredes. Sólo puedo decir que ver las pinturas de más de 1500 años es flipante.

Tras finalizar la visita regresamos a Trujillo y dimos por terminada la gymkana de Huacas y montículos de adobe. Fue un día muy completo, como suelen ser todas las excursiones organizadas. Llegué al hotel agotado y me pegué una ducha para quitarme de encima los polvos de adobe milenarios que llevaba encima. Después de descansar un rato en la cama, me cambié de ropa y salí a dar una vuelta por Trujillo. Se había hecho de noche y los edificios coloniales tenían una iluminación especialmente bonita. La catedral estaba de postal.

Me habían recomendado que me acercase al Restaurante Rincón de Vallejo (ver sitio web) que parece que estaba frecuentado por clientela local y era barato. Estaba cerca de la Plaza de Armas. El sitio no era especialmente bonito, pero el servicio fue muy bueno. Me acercaron la carta y no sabía que pedir. Mi cupo de ceviche para los próximos tres días lo tenía cubierto. De repente vi que tenían “anticuchos”. Es un plato típico peruano consistente en unas brochetas a la brasa de corazón. Todavía no los había probado. No sé si me sentí poseído por un espíritu moche o abducido por un alienígena de Spielberg, pero decidí pedírmelos. Estaban muy buenos, ya sabéis que me encanta la casquería. No os asustéis, los anticuchos son de cerdo o vaca. Bueno, quizá para el día de los difuntos hagan algunos especiales….

Después de cenar no me apetecía irme a dormir, así que anduve por las calle y terminé en la Casona Deza Café (sitio web), al lado de mi hotel. Este sitio es uno de estos patios tan bonitos que tienen las casas coloniales. Lo habían acondicionado en plan “chill out”. Un sitio magnífico para terminar un día tan arqueológico y meditar sobre qué hacer para frenar el cambio climático. Quizá sacrificar a algún mandatario mundial escéptico que no se cree lo del calentamiento global, al más estilo tradicional moche, pueda aplacar la ira de algún ecologista entregado a la causa. Ahí lo dejo…
Que buenísimo el mural de la Huaca de la Luna¡¡ Lo dicho Machu Picchu es broma al lado de esto..
La verdad es que la excursión por los sitios arqueológicos de Trujillo merecen mucho la pena. Los incas se llevan toda la fama y Machu Pichu es muy chulo. Pero la cultura moche y la chimú son también impresionantes. Gracias por leerme.
Gracias chicos por leerme y vuestros comentarios. Siempre me hace mucha ilusión lo que me decís. Ya he actualizado el link del restaurante en la entrada, gracias por decirmelo. Aquí os lo dejo de todas formas por si quereis entrar (http://www.rincondevallejo.pe/) . Teneis que veniros a Perú, lo vais a alucinar. Un beso y feliz semana.
Pues si que habría que hacer algo con los energúmenos sueltos que hay por ahí sueltos. Ya llevo unos días buscando un neopreno mono para cogerme el primer autobús que salga para el terrapuerto de Trujillo y de ahí a por un caballito de Huanchaco.
¡De lujo viajero!
Que solo te ha faltado hacerte la mascarilla con ese adobe milenario 😉
¡Abrazos!
Muchas gracias por leerme. Pues si tenía que haberme dado el placer de hacerme un tratamiento de esos. Sin embargo, puedo decirte que sude como no hay en los escritos y los poros de mi piel los traje más limpios que la patena. Un beso y feliz semana.