Tahiti. Polinesia Francesa. Septiembre 2018.
Todos los grandes viajes empiezan siempre por dar un pequeño paso. El año pasado después de cuatro años muy movidos de trabajo y experiencias nuevas, estaba deseando irme de viaje yo sólo, para olvidarme de todo por una temporada y planear que iba a hacer en el futuro. Quería hacer en este viaje todo lo que siempre quise y nunca pude. Cuando era pequeño siempre me fascinó un libro de viajes de los años 70 que teníamos por casa. Me gustaban especialmente los capítulos dedicados a la Isla de Pascua y Machu Picchu.No me cansaba de ver las fotos de los moais y las ruinas incas, pensando quien los había puesto ahí. Así, que decidí que en mi viaje tenía que visitarlos. Además, durante el año que estuve trabajando en Uzbekistán compartí casa con diferentes expatriados, entre ellos mi amiga Anja. Ella había estado en Polinesia Francesa durante varios meses y me puso los dientes largos.

La Polinesia Francesa está en el medio del pacífico y no está cerca de nada. Es un paraíso que por lo aislado y caro no es un destino turístico muy popular, excepto quizá entre las parejas francesas que van ahí de luna de miel. De cualquier forma, este archipiélago tiene un vuelo semanal directo a Isla de Pascua, aunque les separa unos 4250 km. Así que pensé, si alguna vez en mi vida quería ir a visitar la Polinesia Francesa tenía que ser ahora.

Como buen español, el día de nochebuena tenía que estar en casa. Así, que planeé una aventura de tres meses, desde finales de septiembre hasta navidades, asegurándome que estaría a tiempo de sentarme a cenar en nochebuena con mi familia. Me lie la manta a la cabeza y una noche desde mi casa de Uzbekistán reservé todos los vuelos, incluyendo la Polinesia Francesa, Isla de Pascua, Perú, Chile y la Patagonia argentina.

Es muy complicado preparar una mochila para tres meses en la que vas a viajar a sitios con clima veraniego y también planeas hacer senderismo por rutas por encima de 4000 metros sobre el nivel del mar. Estaba claro que no puedes llevar todas las rebequitas que te gustaría, a no ser que quieras terminar deslomado por el peso de la moda. Es necesario llevar lo justo y ropa multiuso, incluido el calzado. Mi única licencia fue llevarme un cambio de ropa apañada, por si tenía que asistir a algún evento festivo. Además, metí las guías Lonely Planet correspondientes. Para qué llevarlas en formato digital, cuando puedes cargar con ellas tres meses en la mochila (nótese el ligero tono irónico de la última frase).

El 20 de Septiembre 2018 comencé mi aventura. El viaje de Madrid a Papeete (capital de la isla de Tahiti) eran 28 horas, con escalas en Londres y Los Ángeles. Descubrí, que aunque sólo iba a estar de tránsito en el aeropuerto de Los Ángeles, necesitaba una autorización de entrada a EEUU. En internet hay muchos sitios que te hacen esta autorización, pero te cobran precios desorbitados por el trámite. Sin embargo, sólo es necesario entrar la página web oficial de ESTA del gobierno americano, hacer la solicitud online y pagar 14 dólares por el trámite (pincha aquí). Esta autorización tiene normalmente una validez de dos años y una vez obtenida puedes utilizarla cuantas veces la necesites.

Las 28 horas del vuelo dieron mucho de sí, especialmente si eres de los que no puedes conciliar el sueño en los medios de transporte, como es mi caso. Siempre miro con envidia insana a esos benditos que se duermen en tres microsegundos aunque estén sentados encima de un cardo borriquero. No recuerdo cuantas películas vi y los paseítos por los pasillos del avión que di, pero fueron unos cuantos. Siempre intento pillar los asientos del pasillo para no dar guerra a mi vecino de asiento.

A las 6:00 am hora local y después de una larga sesión maratoniana de películas hollywoodienses, llegué a destino. Es increíble pero en Papeete hay 12 horas de diferencia con España. Al ser ciudadano de la comunidad europea no necesité visado de entrada, ya que Polinesia es una colectividad de ultramar francesa. Así que la aduana fue un trámite rápido, que estuvo amenizado por un grupo musical polinesio que nos daba la bienvenida («Iorana» en polinesio). No es que después de 28 horas de insomnio tengas muchas ganas de jarana, pero hace ilusión oírlos y saber que aunque ojeroso, has llegado al paraíso.

Decidí ir del aeropuerto a la ciudad en autobús. Mientras esperaba en la parada, un coche particular se paró a mi lado y se ofreció a llevarme al centro. Los polinesios son increíblemente hospitalarios, tal como tuve la posibilidad de comprobar en muchas ocasiones en mi viaje. Aunque desconfié al principio que alguien me llevase de gratis, al final accedí. La conductora me explicó que le encanta poder practicar su inglés con los turistas. Me explicó lo orgullosa que se sentía de que viniésemos a visitar las islas.

Era muy pronto para ir a la casa de Airbnb que había reservado. Como no había mucha gente, en un parque me cambié de ropa y me puse el kit veraniego. Casi me pillan en plena faena porque apareció un grupo de chicos en bici que se acercaron a saludar y ver qué estaba haciendo un turista (o extraterrestre) en el parque a esas horas. Después me fui a comprarme una tarjeta de teléfono de prepago para llamar y tener datos de internet. En estos tres meses que he viajado, he comprobado que tener un teléfono con doble tarjeta SIM es muy útil.

No encontraba el sitio donde estaba la casa donde me iba a alojar. De hecho paré en un concesionario de coches que estaba en la zona y ellos se ofrecieron a llamar a la dueña para que viniera a buscarme. Es una pena que en Europa hayamos perdido esta amabilidad desinteresada. Después de instalarme, decidí que tras viajar 16000 km cruzando medio planeta, quería tirarme en una playa. Me fui a Punta Venus, a 10 km de Papeete, que tiene una playa de arena negra con un bonito faro.

La expedición del capitán Cook estuvo aquí registrando el paso del planeta Venus sobre el sol para intentar calcular la distancia entre el sol y la tierra. Este sistema de cálculo usado en el siglo XVIII era bastante rudimentario, pero si yo fuera un becario de Geografía e Historia tampoco dudaría en venir a la Polinesia a sujetarle el sextante a quien fuera, por muy inexacto que el sistema sea.

Estaba encantado de poder tirarme en la playa, aunque no era un sitio especialmente bonito y se puso a llover un poco. Serían mis ansias playeras, pero la crema solar no me la esparcí muy bien. Así que aunque estaba nublado, al final de la tarde terminé con unas bonitas quemaduras solares en mosaico con las marcas de mis dedos. Como para llegar el taxista me había cobrado un pastizal, decidí regresar a Papeete a dedo. Fui muy afortunado porque un polinesio supermajo me recogió enseguida, no sabía inglés pero di rienda suelta a mi “franchinglis”.

Después de un día lleno de emociones me fui al sitio más típico para cenar de Papeete, una explanada con roulottes (versión francesa de las camionetas de comida) en el puerto. Después de irme a la otra punta del planeta quizá debería haber ido a un sito más sofisticado y celebrar el primer día de mi gran viaje a lo grande, pero la fuente de patatas fritas con pescado Mahi-Mahi a la brasa y salsa de vainilla que me metí entre pecho y espalda, me pareció una sublime delicatesen.
Buenísimo….Ya tienes un nuevo fan. Me llegan tus historias.
Me alegro que te gusten y que me sigas. Saber que la gente lee tus historias te anima a seguir escribiendo. Un abrazo
Tiene pinta de que fue muy buena aventura XD Deseando leer más
La verdad es que fue un viaje inolvidable. A ver si os lo puedo ir contando poco a poco. Me alegra saber que te gusta. Un abrazo.
Hola Celine:
Me siento muy agradecido de que disfrutes de mis historias. Yo también he sido muy lucky de haberte conocido. ôr cierto, tu Spanglish es mucho mejor que mi frenchinglish. 🙂
Me ha encandado 🙂 , estoy deseando saber que pasó después, me quedé con las ganas de ir cuando fui a Pascua, el billete costaba un pastizal así que me conformaré con leerte para ver que se puede ver 🙂 Feliz domingo
Muchas gracias por seguirme. La verdad es que hay sitios increíbles en Polinesia. Si es cierto que es muy caro. Por eso tire de airbnb y hice mucho dedo en la carretera. Al final estuve solo 10 días y fui a la carrera. Estuve saltando de isla a isla como un canguro. Hay muchísimo que ver, pero bueno como siempre al final hay que quedarse con un poquito y desear que en el futuro pueda volver.
Seguiré tus aventuras 🙂
Esto de trocearlo es una tortura…;) pero merecera la pena esperar
Gracias por leerme Parri. la verdad es que si os lo cuento todo de una vez, aburro hasta a las manta 🙂
Muchas gracias!!. Vuestros viajes si que son chulos. Un beso!!